miércoles, 21 de mayo de 2008

Tienda de maridos

Estimadas y estimados lectoras y lectores:

El consultorio de la señorita Peris abre de nuevo sus puertas. Si bien no con la intención de conseguir que su vida sea más, o menos, agradable, sí en un intento de advertirles del ligero tufillo que puede llegar a rodearles.

A nuestros dedos clicadores ha llegado un nuevo pepeése, que tras pasar por el registro de entrada de documentación, que doña Lola B.D. preside, se decide que sea analizado en profundidad.

El pogüerpoin de hoy se titula "Tienda de Maridos" (cliquen aquí para verlo)

Procedo con el examen:

Lo primero que me queda claro, de nuevo, es que el mentado pepeése, lo ha hecho, de nuevo, un hombre. No hay más que vez la simpleza con la que retrata a nuestro género. No es que seamos imposibles de complacer, señor mío, es que, y a la evidencia me remito, un altísimo porcentaje de hombres, utiliza el raciocinio para analizar su ombligo (o, concretando aún más, la masa colgante situada a veinte centímetros del susodicho), sin ser conscientes de lo que ocurre más allá del límite de sus narices.

Tras leerlo un par de veces más prosigo con el análisis:

Hay seis plantas en esta especie de supermercado marital -en el que además, las condiciones de compra dejan bastante que desear. A saber:

Primera Planta:
Estos hombres tienen trabajo
.

Pues me parece muy bien, yo también tengo trabajo, mira tú que mérito. ¿Y si, por ejemplo, lo que estoy buscando yo es un hombre sin trabajo que se ocupe de las tareas domésticas?

Segunda Planta:
Estos hombres tienen trabajo y adoran a los niños
.

Seguimos con la ya, cuestionable virtud de su estado laboral, a la que se le suma el hecho de que "adora a los niños" ¿Y esto tiene que alegrarme?

Vamos a ver, trabaja y quiere tener hijos, o mejor, quiere que SU mujer tenga hijos porque él los adora, o, porque, y esto es aún más preocupante, cree que TODAS las mujeres estamos convencidas de que un matrimonio sin hijos es como un río sin agua. Y, por supuesto, como él trabaja, será la fémina quien limpie los pañales y dé el pecho. Pues miren ustedes, vivo en Valencia, donde, se supone, desemboca el río Turia, que al llegar a su desembocadura NO TRANSPORTA NI UNA MÍSERA GOTITA DE AGUA QUE LO HIDRATE.

A partir de aquí la cosa pierde por completo mi interés, porque me doy cuenta de que no hay propuestas nuevas, sino acumulación de "virtudes" y aditamentos físicos, que a algún espabilado se le ocurrió pensar eran deseables para la mente y el apetito femenino.

Tercera Planta:
Estos hombres tienen trabajo, adoran a los niños y son guapísimos
.

Son guapísimos, vaya por Dios. ¿Pero de que irá acompañada esa belleza? Porque si la acompaña la vanidad y el exhibicionismo, lo que me provoca es urticaria. De nuevo me faltan datos, luego entiendo que la señora prosiga su ascensión.

Cuarta Planta:
Estos hombres tienen trabajo, adoran a los niños, son guapísimos y ayudan con las tareas de la casa
.

¡Mira! Estos podrían convencerme un poco. Podrían, pero no lo hacen. ¿Es un aliciente, que además resulta más caro, el hecho de que un hombre "ayude" en las tareas domésticas? ¡Anda ya! De nuevo el monto total de las tareas que más "joden", sin pasar por las actividades erótico-festivas, y salvando las "ayudas" extraordinarias, le corresponden a la mujer que compre esta pieza.

Quinta Planta:
Estos hombres tienen trabajo, adoran a los niños, son guapísimos, ayudan en casa y son super-románticos
.

Vayamos por partes, yo leo ávidamente a Jane Austen, me gusta la novela pre-romántica de la Inglaterra georgiana, como me gusta Byron, o los sonetos de Shakespeare, pero no me paso la vida deseando convertirme en la señorita Bidget Jones soñando con que su señor Darcy particular, con la camisa empapada y erizados los pezones, aparezca a lomos de un jamelgo español de pura casta para salvarla del mundanal ruido.

Y por fin llegamos a la última planta:

Sexta Planta:
Eres la visitante nº 31.456.012 de esta planta.
En esta planta no hay hombres, sólo existe como prueba de que las mujeres son imposibles de complacer
.

Pues, qué quieren que les diga, ante tamaña lamentable variedad de opciones, estoy de acuerdo, NUNCA lograran complacerme.

Por suerte, hay mujeres que saben que los hombres que hacen buen uso de su intelecto, y haberlos haylos, NO se dedican a escribir y crear pepeéses mensos.

Sobre el apartado "TIENDA DE MUJERES" no hay mucho que comentar:

La Primera Planta tiene esposas que adoran el sexo.

Sin comentarios

En la Segunda Planta hay esposas que adoran el sexo y tienen dinero.

Tienen dinero, que no trabajo... Para qué insistir

Se desconoce el contenido de las plantas tercera hasta la sexta.
¡Nunca han sido visitadas!


¿Queda alguna duda sobre la evidencia de que el autor se retrata en toda su magnitud como el tremendo cretino que es?


Siempre suya, se despide hasta la siguiente entrega,


La señorita Peris
Consultorio de Cadenas

sábado, 17 de mayo de 2008

Lo que hay que aguantar

Hace un tiempo me llegó uno de tantos pepeéses que se envían entre amigos y amigas (o no, a veces dudo de cierto tipo de amistad) en busca del beneplácito personal, pretendiendo que tomemos consciencia de nuestro ser y condición, o, sencillamente, porque, acompañados de una música bonita y tierna, nos parece una encanto de "presentación".

Una de estas "presentaciones", y dándome cuenta de que por desgracia, tenemos el hábito de leer terriblemente atrofiado, hizo que iniciara una serie de mails analíticos a partir de lo que en ellos se dice. Y es que nos mandan pogüerpoins, los vemos y, al acabar, no somos capaces que recordar lo que se cuenta en ellos. ¿Por qué los abrimos entonces? Tal vez porque como "rebaño" nos conformamos con las imágenes y/o la tierna banda sonora, además del comentario de quien nos lo envía, que, por descontado, tampoco lo ha leído con la debida atención. Así que me he decidido.

Abro un nuevo apartado en este blog, destinado a repartir, a diestro y siniestro, los convenientes TUNCKS! para que todo aquello que se dignen a abrir en su correo diario, a partir de ahora, conlleve, al menos, un mínimo análisis en favor de su sanidad mental y/o espiritual. Si a partir de ahí deciden que todo está bien, eso ya es cuestión suya y no conllevará crítica alguna por mi parte.

El pepeése que inició mi periplo como analista se titula "Así es una mujer" (si quieren verlo pinchen sobre el enlace) Trascribo a continuación mis reflexiones al respecto:

Con todo cariño lo digo pero también con firmeza.

Me ha llegado el pps "Así es una mujer" y, ¿qué queréis que os diga? Muy bonito, muy tierno, y muy indignante que nos conformemos con esto.

O sea, que a la mujer la hizo un ser inexistente, macho, mientras discutía, enorgullecido de su creación, con otro ser asexuado y con alas; y según el primero, el "modelo estándar" de mujer es de la siguiente guisa:
  • Lavable
  • No plástica
  • Con al menos 200 piezas cambiables (¿cambiables por qué otra cosa?)
  • Suave al tacto
  • Capaz de funcionar a base de sobras o cualquier cosa
  • Capaz de acomodar (me encanta lo de acomodar) hasta 4 niños. (¿Y por qué no 6, como ya ha ocurrido; o, ya puestos, 10 y entramos en el Guiness?)
  • ENTREGADA a jornadas de trabajo de 18 horas
  • MUY ENTREGADA a TODO el mundo.
  • Capaces de curar a los demás y curarnos solas. (Se ve que todas nacemos licenciadas en medicina, psiquiatría y farmacología, y por eso NUNCA necesitamos ir al especialista, y si vamos es todo cuento)
  • Llorona
  • Y gracias, ¡Oh Señor!: "No solamente será capaz de pensar sino también de razonar y de negociar"
Estoy de acuerdo en una cosa: Se nos olvida cuanto valemos, del mismo modo que olvidamos toda la serie de topicazos machistas y estúpidos de la lista de arriba, que a mi entender es lo primero que deberíamos recordar y combatir.

¿El pps, lo hizo una mujer? Lo dudo mucho (al tiempo que deseo que no lo hiciera).

Tal vez para una mujer anclada en el siglo pasado esto fueran elogios, pero en el XXI, "Acomodar a 4 niños" no es un elogio, es una putada; "Funcionar a base de sobras", un menosprecio descomunal e indignante; "Estar entregadas a todo y a todos", una cruz a cuestas por culpa de la maldita educación católica que nos obliga a entregarnos nosotras mientras el hombre recibe... Y perdonadme, no sólo "somos capaces de pensar, razonar y negociar", sino que pensamos, razonamos y negociamos, continuamente, y, demasiadas veces, en contra de nuestro propio deseo y preferencia.

Sí, definitivamente se nos olvidan muchas cosas: nuestra libertad de decisión, de ejecución y de elección; nuestra capacidad intelectual y nuestro derecho a cultivarla; nuestra independencia... De todo esto, el pps ni habla, ni apunta maneras. Así que amigas mías, ¿de verdad os conformáis con ser suaves y no estar hechas de plástico? Vosotras mismas.

miércoles, 7 de mayo de 2008

El peso de la duda

Sí, se llama Gemma Peris. Sí, es valenciana. Y sí, por lo que aquí se cuenta, tiene muy mal genio. Pero no, no soy yo. Y no entraré en si la iniciativa me alegra o me disgusta, únicamente les anuncio el hecho, por si el peso de la duda, de repente, les asalta.

jueves, 1 de mayo de 2008

Vegüenza ajena

Hay una constante en el usuario medio del metro español que viene provocándome una cierta animadversión, cada vez más acusada, y es esa costumbre de querer hacer partícipe, al resto de pasajeros del vagón de todo aquello que dice, piensa o escucha. He estado intentando recordar si esta característica se repite en otros países, pero, aunque puede que me falle la memoria, no recuerdo haberme sentido tan molesta por este hecho en ningún otro país como en el nuestro.

Y es que no falla, una sube al metro, a la hora que sea, para ir donde quiera que tenga que ir, con la intención de aprovechar el trayecto para leer la prensa diaria, o un par de capítulos del libro del día, y al momento, en cuanto abre el libro, empieza a escuchar la conversación telefónica entre la señora que tiene al lado y una amiga, que grita tanto o más que la pasajera. Se entera del detalle más nimio de la tarta de novios en la boda de la amiga de su sobrina, y con ella, claro, se entera también el resto del pasaje, que, de reojo, mira a la rapsoda espontánea con cierta "curiosidad". Entonces, unos asientos más allá, alguien decide que también nos quiere informar de como transcurre su vida, en este caso laboral, y comienza a narrar, a quien le acompaña, la última bronca acaecida con su jefe en el trabajo, alto y claro, por descontado, no sea cosa que no lo oigamos confundidos entre los detalles del enlace matrimonial. Y todo ello acompañado por el adolescente, o el más mayor que adolescente, que decide que todos y cada uno de nosotros estamos ansiosos por conocer sus gustos musicales y conecta el altavoz de su teléfono móvil con el tema bomba de la temporada, a todo trapo, y con esa "magnífica" calidad de sonido que el teléfono proporciona.

Hace mucho que no hago un viaje en un tren de largo recorrido y puede que la cosa haya cambiado desde entonces, pero cuando lo hacía, antes de emprender el viaje, la voz amplificada del, o la, azafata pedía a los pasajeros que bajáramos el volumen de nuestros teléfonos móviles y nos abstuviéramos de elevar el tono de voz lo más posible. Y por lo general, se respetaba. ¿Por qué no se exige eso mismo en el transporte diario?

La última vez que estuve en París, de regreso al hotel en metro, mi costilla y yo nos ubicamos tras un grupo de cuatro personas, dos mujeres y dos hombres, que comentaban en un tono tal que hacía imposible perderse detalle, las maravillas de su último viaje: la agencia de viajes -con el nombre y los apellidos del vendedor incluidos- que se lo había organizado; lo muchísimo que había costado cada una de las habitaciones de hotel que ocuparon y lo preciosísimo que era; el clima que les acompañó; los cafés, tes y cócteles que tomaron; la temperatura de la piscina climatizada; y lo excelentemente que habían estado tratados, aunque, bien es cierto, alguno de los camareros, como siempre, no cumplía con los requisitos que, gente de tanta categoría y alta alcurnia, merecía en el trato. Aquellos "viajeros" eran, por supuesto, españoles. Los demás pasajeros del vagón, en silencio, los observaban con asombro. Pep y yo, avergonzados hasta lo más profundo, decidimos que hasta llegar a nuestro destino no hablaríamos, y si era necesario, lo haríamos en cualquier idioma menos el nuestro.

Estoy convencida que muchos pensarán que lo que digo es exagerado, una muestra evidente de intolerancia por mi parte... Pero, vamos a ver, ¿¿¿QUIEN LE HA DICHO A USTEDES QUE ESTOY INTERESADA EN CONOCER LOS DETALLES DE SU VIDA???

Desde hace una semana, en el metro, uso tapones para los oídos.