sábado, 19 de diciembre de 2009

Diario de Viaje. 5: Transporte público en BsAs. El colectivo

Llevo dos meses dándole vueltas a un artículo que nunca termina de gustarme. Casi sesenta días en los que apenas he leído (mal, muy mal hecho) y (lógicamente) no he escrito una letra. Ocho semanas preguntándome qué pasa, por qué no sale nada, ¿estaré volviéndome imbécil?. Hoy, revisando antiguos post he encontrado un comentario que me hizo Roger a propósito de la parálisis y los bloqueos: Parafraseando a Helder Costa: no se trata de escribir bien o mal, se trata de escribir. Y no hay más. Pido disculpas por la ausencia y doy las gracias a quien las merezca.
La única verdad es ésta. Donde uno vaya se sentirá solo. Si usted cree que los viajes pueden influir en su ánimo y convertirlo en otro, está equivocado. Por el contrario; viajar quiere decir ponerse en contacto con gente desconocida que no tendrá ningún interés en conocerle a usted ni usted a ellos.
Roberto Arlt.
“Ya lejos”, 15 marzo 1930.
Informaciones de Viaje.
Uno de los objetivos de nuestro viaje era, más que conocer la ciudad de Buenos Aires, vivirla, meternos de cabeza en ella, intentar percibir su ritmo y seguirlo, con la esperanza de que llegara a convertirse, durante unas semanas en nuestro propio ritmo, llegar a formar parte de esa marabunta. Por supuesto el objetivo no se cumplió, hacen falta mucho más de 5 semanas para conseguir formar parte de esta ciudad enorme y compleja, pero fuimos dispuestos a intentarlo.

Cuando llegamos a Buenos Aires, en la maleta, protegida como oro en paño, llevábamos nuestra Guía-T de bolsillo, la mejor guía que conozco para moverse por una ciudad con total libertad y sin depender de nadie ni de nada, con planos detallados, mapa de las líneas de subte y un listado imprescindible de las líneas de colectivos y sus trayectos. Las nuestras eran las versiones de la guía del 2005 y 2006 (las que compramos en nuestros anteriores viajes) pero al llegar, Roger nos regaló la suya del 2009. Desde el momento en que cayó en nuestras manos ya no se separó de ellas hasta regresar a Valencia (donde vuelve a estar bien guardada esperando sernos útil de nuevo en el futuro).

Uno de los principales engranajes del motor de tanto movimiento de gentes
(12 millones de personas entran, salen y se mueven cada día por la ciudad) es el transporte metropolitano: el subte, el ferrocarril (TBA) y, sobretodo, los colectivos. Casi 300 líneas de autobuses que circulan las 24 horas del día por la capital federal y gran capital, ahí es nada.

Si los comparamos con los españoles, los colectivos bonaerenses no son nuevos, ni mucho menos "ecológicos"; a pesar del gran número de líneas, hacen falta más vehículos en la gran mayoría de ellas; conseguir viajar sentada es casi un milagro si lo logras una vez al día, durante las horas pico parecen literalmente latas de sardinas trasportando el doble de la capacidad que muestra la placa; y no son especialmente cómodos, pero usando este transporte, sin ninguna duda, llegarás a cualquier punto de la ciudad en el mismo tiempo en que lo harías yendo en un coche particular, que no podrás aparcar, que se quedará parado en un embotellamiento impresionante y gracias al cual siempre llegarás, vayas donde vayas, enojado/a.

El 24 de agosto fue un fantástico día de paseo por la ciudad, en el que visitamos magníficamente guiados por Roger, el pasaje Rivarola —posiblemente la calle más hermosa de la ciudad—; compramos cuadernos Meridiano baratos y muy prácticos; visitamos el Pasaje Güemes buscando a Mercurio; comimos en la terraza de una casa particular convertida en Restaurante; fuimos a la biblioteca y seguimos persiguiendo a Mercurio por Corrientes y Reconquista hasta la plaza del General San Martín. Subiendo Santa Fe, nos dirigimos hasta la librería Paidós, donde aumentamos nuestra biblioteca y de ahí a la Ateneo (el espacio precioso, lo demás no tanto). Cuando ya oscurecía y metidos de lleno en plena hora pico, llegamos a una de las paradas del 106 en Córdoba para regresar a Flores. Dejamos pasar un par de buses que venían muy llenos y agarramos el tercero (que no venía mucho más vacío que los anteriores). Estábamos agotados. El único lugar libre que encontré, fue la barra de sujeción ubicada junto a la puerta trasera. Iba cargada con bolsas de libros, el bolso de mano, el abrigo puesto provocándome sofocaciones, la cara estratégicamente direccionada hacia una rendija abierta en la ventana por la que entraba una escasa cantidad de aire, no limpio pero sí frío; el estómago vacío y la cabeza como un bombo. Pep intentó que consiguiera un asiento que acababa de liberarse, pero no logré llegar a él, y como no soy una mujer paciente, mucho menos cuando estoy cansada, al llegar a la última parada de la Avenida San Martín, antes de doblar hacia Gaona, les gruñí, literalmente, a Roger y Pep que no aguantaba más y me apeaba. Era tal mi enojo que recorrí Gaona hasta la plaza de Irlanda como si me llevaran los demonios, arrastrando tras de mi a aquellos dos pobres inocentes, tan o más cansados que yo, que, aunque pudieran entender las causas del enojo, no lo merecían de ningún modo.

Y de repente, hace unos días, me di cuenta. ¿Podríamos haber vuelto a casa en taxi? Claro que sí, y tal vez hubiese sido lo más conveniente dado que como turistas “europeos” nos lo podíamos permitir. Pero querer vivir la ciudad que visitas, sentirla como la sienten sus habitantes —aquellos con tu mismo nivel adquisitivo, comparativamente hablando—; no querer ser turista sino, de algún modo nunca conseguido, querer ser uno más, comporta vivir estas situaciones sin buscarlas, sin programarlas. Consciente o inconscientemente aquello lo hicimos así porque así lo habríamos hecho en Valencia, o, aún mejor, porque así es como se hace en Buenos Aires. Y creo que al final, de algún modo, conseguimos relacionarnos con esta ciudad que no nos esperaba y a la que le importamos un pimiento.

domingo, 25 de octubre de 2009

Paisaje

.
Una señora
que perdió parte de un dedo
sigue un ritmo imaginario
con su falange fantasma,
y su pie izquierdo,
junto a un tipo
en blanco y negro
que lee el diario.
Las miradas
siempre ausentes
no miran nada
por el horizonte de las ventanas
tapadas de gotas de lluvia
y suciedad
resecas.
Coltrane cambia el ritmo
de sus cosas favoritas.
La fábrica de guitarras
da la bienvenida
en el mismo lugar de siempre.
Los talleres del ferrocarril,
se muestran
tras la celosía de ladrillos,
y los niños
en el parque
agotan sus minutos
de ocio regalado;
tal vez,
para alguno de ellos,
ganado.
Mientras,
la vida se escapa
ofreciendo resistencia
a un viento
que empieza a arreciar
y hace bailar
una bolsa de supermercado
que contemplo absorta,
como en un sueño,
hasta llegar a casa.
.

domingo, 11 de octubre de 2009

Diario de viaje. 4: Paseo por la frontera entre Flores y Caballito

El barrio de Flores que yo recorrí, justo el que abarca su enlace con el de Caballito, es una zona tranquila; una cuadrícula de calles largas, como lo son todas o casi todas en Buenos Aires; de esas donde llegas a escuchar tus pasos. Esta calma sólo se rompe al llegar a las grandes avenidas que las cruzan: Gaona, Díaz Vélez, Rivadavia... Pero mientras se callejea no parece que Flores o Caballito pertenezcan a esa misma ciudad que bulle frenética y ruidosa en el microcentro todos los días de la semana a casi cualquier hora.

Neuquén, Terrero, Lamas, Franklin, Planes, Bacacay o Bogotá, la plaza de Irlanda, la Plaza de Flores, incluso la avenida Boyacá, decreciendo hasta Rivadavia donde vuelve a crecer convertida ahora en Carabobo, antes de cruzar las vías, y a media mañana o pasadas las 9 de la noche, es una calle tranquila que, de alguna manera, aún forma parte de San José de Flores, el municipio que fue originalmente antes de que la ciudad de Buenos Aires lo engullera, convirtiéndolo en barrio.

Roger y Pep me ayudaron a reconocer edificios de arquitectura racionalista y art decó, casas chorizo y de planta neo-colonial, y alguna que otra construcción de estilo inglés en estas calles de veredas estrechas, pobladas de socavones y residuos orgánicos caninos; lo que hace que —y no es mi pretensión hacer ningún tipo de crítica sobre este respecto sino una observación objetiva— si se quiere pasear y observar la ciudad al mismo tiempo debe ejercitarse el arte de mirar de arriba a abajo y viceversa intermitentemente, para no sufrir un desafortunado paso sobre blando o una torcedura de tobillo. Y dado que mi principal objetivo en este viaje era conocer la ciudad al máximo y no hacer un análisis comparativo centrado en sus carencias, mi habilidad en la mirada se acrecentó y este entrenamiento ya no me lo quita nadie.

El 25 de agosto, la víspera de mi cumpleaños, me lancé a la calle sola a pasear Flores y al regresar a casa me di cuenta que no había paseado por Flores sino por la frontera que separa éste de Caballito. Inicié el camino en la Avenida Boyacá en dirección a Rivadavia y de ahí me dirigí hacia la plaza de Flores haciendo una parada previa en El Clavel, un café con pecera cuyo espacio para fumadores supera en más del doble al espacio para no fumadores. No es un local de los más baratos, pero es agradable y tiene un enorme ventanal a la avenida Rivadavia que permite observar el ir y venir de la gente, el paso de autos, colectivos y taxis, contemplar el bullicio de la calle desde un palco privilegiado y, en contraste, tremendamente tranquilo. Cortado en jarrito y jugo de naranja, con tres pastas para acompañar, junto a "Los problemas del Delta y otras aguafuertes" de Roberto Arlt (Ed. Embalse), el libro que decidí llevar conmigo aquel día.

Entré a la plaza desde Rivadavia, una de las avenidas más ruidosas y ajetreadas de la ciudad junto a las calles Corrientes, Córdoba o Florida, pero que, a diferencia de estas tres últimas, está poblada de habitantes bonaerenses, o afincados en la ciudad y sus alrededores, y no de turistas extranjeros, como ocurre en las otras tres. La avenida Rivadavia que he conocido (un fragmento minúsculo de una vía con más de 140 cuadras) es ensordecedora, llena de gente que viene y va, agobiante en el tráfico humano y rodado pero que, una vez la abandonas para introducirte en cualquiera de las calles que la atraviesan (al menos, insisto, en esta zona entre Flores y Caballito), el espacio se torna silencioso, y casi por arte de magia, desde el momento en que se entra a la plaza y a pesar de estar rozando la avenida, el ritmo cambia por completo. La gente descansaba allí, aquella calurosa mañana de agosto, sentada en los bancos o recostada en el césped, leyendo, conversando o simplemente retozando antes de regresar al trabajo. Al fondo, los padres y madres de familia esperaban que el viaje en carrusel ofrecido a sus vástagos tras salir del colegio acabara para recuperarlos e irse a almorzar. Tras unos minutos yo también emprendí la marcha, esta vez desandando el camino hacia Acoyte para visitar otro parque: el Parque Rivadavia.

El Parque Rivadavia es mayor que el de Flores, compuesto por caminitos por donde se puede pasear y practicar footing, con una veintena de puestos de música y libros a su entrada y con 3 mesas con banquitos al fondo, donde grupos de hombres juegan a las cartas y al dominó. Al entrar la sensación de cambio de lugar fue aún más espectacular de lo que lo había sido antes. Una vez cruzada la valla de entrada, de repente, pareció que se hacía el silencio. Es muy posible que aquello no fuera silencio y que continuara sonando el tráfico de la avenida, pero yo dejé de oírlo y todo se tornó calma. Los árboles que pueblan el parque —no me fijé en si siguen siendo eucaliptos, unos nuevos o aquellos mismos que mencionaba Arlt en su aguafuerte "Amor en el Parque Rivadavia", tal vez alguno de ustedes aclare esta duda— ofrecían su sombra a grupos de estudiantes, parejas de amantes y anónimos solitarios recostados en ellos. Madres con cochecitos paseaban a su bebe mientras conversaban con la amiga acompañante y algunos más practicaban footing. La mayoría de los bancos y asientos estaban ocupados, y al fondo, como comentaba antes, tres grupos de hombres practicaban juegos de mesa. Tras recorrer el parque decidí acercarme a la zona de juegos y sentarme en un banco libre a leer, escuchar e intentar empaparme del ritmo de un martes cualquiera, por la tarde, en la ciudad.

Eran tres los grupos de jugadores, que se relacionaban entre ellos, todos conocidos y por supuesto habituales de estos encuentros. En las dos mesas más alejadas se jugaba al dominó, mientras que en la del medio jugaban a las cartas. Yo me senté estratégicamente cerca de una de las mesas de dominó y los comentarios que fui escuchando provocaron que finalmente cerrara el libro y, sin delatarme demasiado, les prestara toda mi atención y buena parte de mis notas. Y es que la situación y los comentarios, como ocurre en cualquier casino de ancianos de cualquier pueblo de Valencia, tienen un tempo muy particular que siempre me ha parecido interesante, pero en este caso, aún tratándose de una situación parecida, la juventud de los protagonistas (casi todos menores de 50 años) despertó mi curiosidad.

Uno de los jugadores de dominó, bastante canchero y como si se tratara del portavoz del grupo de juegos, se ejercitaba como comentarista “a los berridos” del trascurso de la partida, dirigiendo sus comentarios hacia otro jugador llamado Jorge, también de dominó, pero sentado a la otra mesa, la más alejada, que con cierta profundidad y sin ningún aspaviento (lo cual le daba mayor enjundia y presencia), se dedicaba a recibir las demandas del primero y asentir.

— ¡Eh Jorge!
— ¿Qué?
— ¡Este está repartiendo los baldes! (no se a que se podía referir con los baldes, argot porteño de dominó supongo)

(Juegan. Alguien cierra el juego dejando a su pareja cargada de puntos.)

— La verdad es que entre la lepra y este... van de la mano. ¡Pelotudo!

(Siguen jugando)

— ¡Jorge!
— ¿Qué?
— ¡¡Llamá al médico!!

(Siguen jugando)

— ¡Jorge!
— ¿Qué?
— ¡¡¡Ya mandé a otro pa'l cementerio!!! (carcajada entre quejas de los demás)

Al salir del parque de camino a Primera Junta, hacia el Mercado del Progreso, me quedé mirando un edificio del cual colgaba una pancarta. Aquel edificio alberga, según anuncia el cartel informativo, una escuela, el liceo nº 2 y la universidad tecnológica nacional. En la pancarta se leía:
USÁ CASCO, SE CAE EL TECHO.

domingo, 4 de octubre de 2009

Parálisis

Lo apuntaba el otro día en el muro de FB, hace un tiempo que me viene preocupando el hecho de saber que, a pesar de ser más consciente de lo que era hace unos años, a pesar de saber más y reconocer lo aprendido, me resulta cada vez más difícil poder concretar las ideas en un texto. Encontrar un tema sobre el que escribir me resulta cada vez más complicado; y comentándolo con el sabio guillotinador de pianos éste me apuntó que no es que esté sufriendo una metamorfosis hacia la estupidez sino que, al contrario, el conocimiento, la inteligencia, paraliza. Y tengo que estar de acuerdo aunque aún no sea del todo consciente (él es más sabio y yo todavía una aprendiz), porque el caso es que una de las consecuencias, o tal vez sea la causa, de mis temores es que pasan los días y el tiempo no me alcanza. Necesito más tiempo, pero un tiempo completo, que sea sólo mío; para poder reposar las ideas, para pensar sobre ellas o para encontrarlas (aunque nunca se encuentran, sino que llegan y lo que hay que hacer es atraparlas al vuelo y anotarlas en la Moleskine o en mi nueva Meridiano para que no desaparezcan). Me falta esa clase de tiempo.

Si, además, a todo esto le sumamos un nuevo cambio, que sin duda habrá quien lo agradezca incluida yo, que es que he pasado de una enfermiza verborrea a la práctica obligatoria del silencio y la escucha, a la espera de poder demandar explicaciones sobre lo escuchado, la cosa se complica aún más. Porque, sobretodo desde que he regresado de Buenos Aires pero intuyéndolo desde meses antes, echo de menos ciertos interlocutores que se habían convertido en maestros imprescindibles.

Valencia se me cae encima como una losa tremendamente pesada y carente de enjundia, convertida en un bucle de acontecimientos idénticos con variaciones sólo en la presentación del titular, pero que presentan siempre los mismos temas de conversación, las mismas preguntas e idénticas respuesta a estas preguntas. Aún no he encontrado conversadores que busquen darle a la tuerca una vuelta de más; que, impertinentes, rasquen más allá de la superficie para hacer saltar la discusión por el mero placer de ver que ocurre, o para hacer más sabrosa la sobremesa. La Valencia que conozco está, más que dormida, en coma profundo y yo me siento cada vez más extraña, más croocked tree.

A pesar de todo, permítanme el argentinismo, ni en pedo vuelvo a mi estado pasado. Estoy donde estoy y sigo andando hacia delante, leyendo lo que necesito y lo que me apetece para saber más; intentando afinar la vista y el oído para la caza; y esperando, tal vez aún algo desesperanzada, encontrar nuevos interlocutores con los que no esté de acuerdo pero que deseen, tanto como yo, practicar el ejercicio de la dialéctica.

martes, 15 de septiembre de 2009

Diario de viaje. 3: La mesa de la cocina de Caro

Al tío de Caro,
que publicaba en la prensa
la mejor noticia del día.

Hablar de la casa donde vivimos durante 5 semanas en Buenos Aires es, sin duda, hablar del hogar, porque tanto Roger como Caro hicieron de su casa nuestra casa, convirtiéndola en nuestro segundo hogar, que echaremos de menos hasta nuestro regreso. Y lo que más voy a echar de menos de él (y no creo equivocarme si digo que Pep también) es la cocina. Porque las buenas cocinas son como el motor del lar, donde todo bulle en el más amplio sentido de la expresión; y el engranaje de ésta funcionó a las mil maravillas.

Es una habitación lo suficientemente grande como para albergar en ella una mesa, "La Mesa de Caro" —título que se le impuso entre bromas, pero que con el paso de los días se fue ganando por méritos propios—, con capacidad para 4 comensales sentados cómodamente y cinco o seis en una comida o cena a base de picoteos sin necesidad de tener que maniobrar con la cubertería. Pero es que, además, y esto es lo que hace genial a la mesa y con ella a la cocina, sirve como mesa de trabajo, mesa de café con tertulia, mesa para pensar y banco auxiliar. Si a todo esto le unimos que a los cuatro nos gusta cocinar, la cocina y su mesa se convierten en el espacio principal y mueble protagonista de la casa.

Y es que, dejando de lado las conquistas intelectuales y entrando en las gastronómicas que son las que hoy me ocupan, allí se prepararon verdaderos festines, siendo uno de nosotros chef o chefesa principal con la ayuda de tres pinches, o con los cuatro juntos maniobrando en equipo.

Relataré la lista centrándome en cada uno de nuestros platos estrella, y empezaré por Caro, en honor a su mesa y porque, a pesar del enorme volumen de trabajo que tuvo durante todo el mes, nos deleitó a nosotros tres y a Andrés, Martín y Lucía con su Sopa de Caro (cuya receta espero que me pase al precio que sea, que lo pago) y unas Empanadas caseras de Atún absolutamente espectaculares, tanto en el sabor como en la presentación. El título de Gran Chefesa lo tiene más que merecido.

Roger —que en compañía de Pep y conversando sobre platos y platillos me recuerdan al Josep Pla de El que hem menjat, con el añadido que ellos sí que saben cocinar— fue nuestro principal chef con platos sencillos pero tremendamente deliciosos, como su Sopa de Verduras (otra receta a conseguir), el Puré de Lentejas con Pasta (un experimento que salió genial), o la Ensalada de Alubias (con ese toque de mostaza de aceto, mmmm); y con especialidades mejicanas como los Tacos, o un Mole sencillamente espectacular.

Pep es el otro gran gourmet y gourmand del cuarteto, con una excelente mano para los arroces de la cual hizo gala con su Arrós caldós (arroz caldoso) y su absolutamente deliciosa Olla de Carabassa (olla de calabaza, o zapallo), que cocinó en honor a los padres de Caro; de la que no dejamos ni el aroma, de bueno que estaba, y que fue seguida de un flan casero impresionante hecho por Olga.

Y quedo yo, posiblemente la menos casera de todos no me atrae demasiado la cocina de diario. Lo que me gusta es explayarme, manejarme entre peroles y sartenes con horas y espacio por delante, preparar platos con mimo y cocinar para los amigos (esto obviamente nos gusta a los cuatro). Mis dos especialidades fueron la Crema de Calabaza y mis Patatas Rellenas (con uno de los rellenos experimental aprovechando los productos autóctonos que argentina ofrece).

La verdad es que en aquella cocina y en aquella mesa se cocieron muchas cosas, unas comestibles, otras intelectuales, y todas ellas excelentes para un buen crecimiento físico y espiritual. Así que ¡mucho ojito y me tratan con sumo cuidado la mesa de la cocina de Caro!.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Diario de viaje. 2: Andrezzinho y Villa Devoto

En esta ocasión, y a diferencia de las dos anteriores (2005 y 2006), mi viaje a la argentina fue más urbano-artístico-arquitectónico que social. Fueron pocas las reuniones sociales programadas o que se nos propusieron —todas ellas realmente interesantes—, y una digna de mención fue sin duda la que mantuvimos con Andrés Prieto.

A Andrés lo conocimos el 31 de julio sobre las 11'30 del mediodía. Es un colombiano menudo, que no pequeño; con el pelo muy corto, que días después aún se cortó más “para que el gorro de lana le encajara mejor”; la mirada entrenada en la observación y la mano en el dibujo; con una risa sonora y contagiosa, sin dejar de ser tímida; que habla poco, muy poco y pausadamente, pero cuando lo hace da en el clavo. Andrés es el socio dibujante de Buenos Aires Ideal y se podría decir que, de algún modo y si el autor me lo permite, Andrés es otro "paseante extranjero" en esta ciudad enorme.

Roger, Pep y yo nos reunimos con él para ir a pasear por Villa Devoto, un barrio residencial situado al oeste de Buenos Aires a unos buenos 50 ó 55 minutos de la frontera entre Flores y Caballito, donde vivíamos.

Lo que más me sorprendió durante nuestro paseo por el barrio fue el silencio —prácticamente no se oyen coches o colectivos circulando por sus calles, sólo de vez en cuando nos cruzábamos con algún viandante y éramos capaces de escuchar nuestros propios pasos en la vereda, incluso al cruzar la estación de tren—; un silencio que contrasta enormemente con el bullicio del micro centro y de gran parte de la ciudad, o al menos de las zonas de la ciudad que hasta entonces conocía. Lo segundo que más me sorprendió fue su estrambótica mezcla arquitectónica. Calles generalmente compuestas por edificios de no más de dos plantas, cada una de una época y con un estilo diferente. De repente encontrábamos una casa
de estilo neo-colonial junto a otra construida en los años 70 con la fachada alicatada y junto a otra de estilo art decó. Entre toda esta mélange el edificio más curioso que nos encontramos fue bautizado, allí mismo, como "la casa discursivo-defensiva", por una especie de púlpito, o de torre vigía, que sobresalía de uno de sus muros y se elevaba por encima del techo. Era fea a más no poder pero resultaba tremendamente peculiar (lamentablemente no le hice ninguna foto).

Pero el objetivo principal de aquel día era visitar el "Café de García", un bodegón con más de 100 años de edad situado en la ochava entre Sanabria y José P. Varela y que nos dejó, a Pep, Andrés y a mí, que no lo conocíamos, totalmente alucinados.

Nada más entrar al local se ven dos mesas de billar (billar español a tres bandas) y una de pool (lo que nosotros llamamos billar americano), una larga barra rematada, o presentada, según como se mire, por una espectacular cafetera, también de principios del siglo pasado, y más de un centenar de banderitas, fotografías, afiches, pósteres, y una veintena de jamones, que cuelgan de sus paredes y techo. Algo realmente interesante de este local es que tiene comedor para fumadores (cosa que ahora mismo es dificilísimo de encontrar en Buenos Aires ya que ellos han aplicado a rajatabla la ley anti-tabaco; pero sobre este tema hablaré en otra ocasión) y que en ese momento se encontraba lleno, pero dado que pretendíamos almorzar (comer) allí esperamos a tener mesa mientras tomábamos una cerveza con su acompañamiento (bandeja redonda de tres espacios con papas, cacahuetes y mini colines).

Lo del acompañamiento en las bebidas es otra de las muchas cosas que me encantan de Buenos Aires, ya sea con el café o con la cerveza, gaseosas, licuados, jugos, etc., la consumición siempre viene acompañada de una picadita, dulce para el café, con un vasito de soda, agua o agua con gas, y a veces hasta un vasito con jugo, y salada con las demás bebidas.

Tras tomarnos la cerveza (de un litro con 4 vasos), una media hora después, se liberó una de las mesas del salón interior y pasamos a comer. Si la zona del bar sorprende por la cantidad de objetos expuestos en sus paredes, el saloncito nos dejó estupefactos. Una exorbitante cantidad de objetos, desde instrumentos musicales hasta cabezas de animales disecadas o cráneos pelados, pasando por toda una colección de pavas, cuberterías, cristalerías, botellas, sifones, llaves, recipientes y cajas, partituras musicales, un calefón, armas de todo tipo, navajas de barbero, objetos deportivos, y hasta un adoquín, tapan completamente las paredes de esta habitación.

Pillamos asiento en una de las mesas grandes (para 4 personas) junto a la ventana y al momento apareció el camarero, un señor mayor, de unos 60 años o más, con bata azul, que a una velocidad ultrasónica nos relato la lista de platos del día, imposible de retener por entero pero que desveló lo suficiente como para aplacar nuestra curiosidad gastronómica y decidir el menú. Roger y Andrés optaron por uno de los grandes clásicos: Milanesa bolognesa —oxímoron que fue celebrado—, mientras que Pep y yo optamos por otro habitual de las cartas: Ravioles con estofado. Nos pusieron las bebidas en una pequeña mesa auxiliar que colocaron junto a la nuestra (algo realmente práctico para comer cómodamente y poder ver las caras de los demás comensales) y llegó el ágape. Aunque las raciones no eran tan enormes como recordaba de mis anteriores estadías en la ciudad, no se quedaban cortas tampoco y se engulleron a placer acompañadas de un buen vino malbec. De postre cafés chicos y cortado en jarrito (con su soda y 4 pastas, una por comensal). Al salir mantuvimos una pequeña conversación con el dueño que nos informó sobre las picadas pantagruélicas que se ofician los jueves, viernes y sábados y a la que nos invitó a asistir, para consumir claro está, avisándonos que no se podía conseguir mesa sin reserva previa y llamando con tiempo; nos dio unas tarjetas y nos despedimos.

Mientras, Andrés se dedicó a echar un último vistazo por el local elucubrando cual de los muchos rincones reproduciría en su dibujo del miércoles, que, como ya nos tiene acostumbrados, fue genial.

martes, 1 de septiembre de 2009

Diario de viaje. 1: La gripe A

El Sábado pasado, 29 de agosto a las 12 de mediodía, tomábamos el vuelo de regreso a España. Se acabaron las vacaciones y ahora toca seguir siguiendo con lo que aquí dejamos y con lo que llegue de nuevo. A partir de aquí, y en este espacio, iré trascribiendo partes de mi diario de viaje por Argentina, de todo lo que descubrí a lo largo de estas 5 semanas y de mis impresiones al respecto, de momento sin orden cronológico.

Una de las primeras cosas que Pep y yo descubrimos al llegar, y que coincidía en ambos países, era la campaña de información y prevención dedicada a la gripe A.

Nuestro primer comentario fue: "Mira, aún estamos en Buenos Aires" —acabábamos de ver el cartel informativo sobre la gripe A. Pero había una diferencia clara entre las dos campañas. Una diferencia en el formato, que era de esperar, y que se podría traducir en una diferencia económica, o de recursos, cosa que en nuestro caso, con mayores recursos, no significa que sea mejor.

Básicamente las dos campañas anuncian lo mismo, dan los mismos consejos, previenen, claro está, sobre lo mismo, pero la manera como se presentan es radicalmente opuesta.





En la española priman las imágenes, mientras que en la argentina, o mejor, la porteña —porque no vimos esta campaña en ninguna de las demás ciudades que visitamos (Nueve de Julio, Córdoba y Rosario)— prima la letra impresa. O sea, que mientras que en la campaña bonaerense hay que leer obligatoriamente, y te lo lees porque este es un tema que de un modo u otro interesa y/o preocupa; en la española la mirada se detiene principal y casi diría que únicamente en las fotografías, dejando las explicaciones escritas, con una letra minúscula, en el olvido.

Francamente, yo no soy de las que creen que una imagen vale más que mil palabras, no señor, la mayoría de las veces, por no decir siempre, una buena redacción es mucho más eficaz, descriptiva, objetiva e ilustrativa que cualquier imagen.

Hay infinidad de cosas que funcionan mucho mejor en España (Europa) que en Argentina, eso no voy a negarlo y sobre este respecto les iré hablando en alguno de mis futuros artículos, pero en este caso, si de informar se trata, Argentina nos ha ganado la mano a los españoles. Tal vez la nuestra sea más vistosa, más "moderna", pero la porteña, con unas letras blancas, grandes y claras sobre ese rojo bermellón de fondo, invita inevitablemente a leerla, y por tanto a informarte, aunque no quieras.

martes, 4 de agosto de 2009

De vacaciones

Hace más de un mes que no aparezco por el blog. La razón fundamental es que estábamos (Pep y yo) preparando nuestro regreso a Buenos Aires, regreso que anhelábamos desde hace años.

En un principio pensé detallarles nuestro viaje a tiempo real, pero eso me supone un esfuerzo considerable que reducirá mi tiempo enormemente; tiempo que finalmente he decidido emplear en conocer la ciudad y tomar notas sobre todo lo que vaya aprendiendo de ella, para, una vez de regreso a Valencia, contarles con más calma lo que BsAs me haya enseñado.

Así pues reciban este post, en parte como una disculpa por mi larga ausencia, y en parte como un avance de lo que estoy preparando para el regreso tras las vacaciones.

Un saludo y nos vemos de nuevo en septiembre.


miércoles, 1 de julio de 2009

Programas del Teatro Real 5: Alta Fidelidad

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"La última expresión del perfeccionamiento", precioso.


Cuestión de confianza.


Estos dos anuncios a pie de página me resultaron muy divertidos. Son como anuncios en la sombra.
Si no es usted un ávido lector y está atento se los perderá y ya veremos que hace entonces.


No hay buen gramófono sin buenos y bonitos discos.

domingo, 14 de junio de 2009

El monstruo rojo de Barrio Sésamo

Entrada dedicada a R.C. con mucho cariño y deseando
que la reciba con el mejor humor del mundo.
No pude evitarlo, al descubrirlo,
automáticamente pensé en vos estimado amigo.

Soy una mujer desorganizada, he de reconocerlo. En cuanto se me acumula el trabajo, y/o el cansancio, empiezo a ser incapaz de concentrarme adecuadamente en aquello que, aunque me guste, me exige más trabajo y concentración de la que puedo dedicarle. La escritura es la víctima principal de mi agotamiento. Es la tarea en la que menos entrenada estoy, la que más me asusta, aunque cada vez me sea más necesaria, y a la que tengo más respeto. Siempre he sido una persona muy crítica y extremadamente autocrítica, nunca estoy definitivamente segura de publicar ninguno de los textos que escribo, pero precisamente mi pasión por la crítica y mi anhelo por ser criticada (para poder seguir aprendiendo) hacen que me obligue a publicar aunque no esté del todo convencida, aunque esté segura de que lo que voy a colgar pueda resultar insustancial, obvio o innecesario la mayoría de las veces. Da igual, he de colgarlo y meter la pata.

Pues bien, como habrán notado por mi ausencia, a partir del 7 de mayo me re-saturé, pagué la novatada de mi nueva experiencia como docente multidisciplinar: perdí el punto de equilibrio entre las obligaciones que tenía para con mis alumnos, el tiempo de que disponía, o mejor el tiempo que debía invertir para llevarlas a cabo, y el sueldo a percibir por todo ello. Al final, la concentración que me quedaba sólo me alcanzó para cumplir con uno de mis objetivos: comer; y la escritura quedó relegada a un segundo plano. Pero tenía que escribir, porque me conozco y si lo dejo pasar, y pasa demasiado tiempo, no vuelvo a publicar una sola letra, y esta opción no es aceptable de ninguna de las maneras.

Así que he estado dándole vueltas a las cosas que me he ido encontrando por la red durante esos ratos en que no buscaba nada en particular, sino que sencillamente buceaba para ver que se pesca, y de todo lo que se podía pescar me quedo con una entrevista que, si bien no es la entrevista del milenio, ni mucho menos, me ha proporcionado unas impagables carcajadas cuando necesitaba desaparecer momentáneamente de la cotidianeidad.

Si una cosa saben hacer bien los americanos (norte-americanos) es publicitar y promocionar sus productos. Esto no quiere decir que los productos que promocionen sean, muchas veces, los mejores productos, pero lo que es cierto es que esos productos, aún sin buscarlos, acaban encontrándote a ti. Reflexión a la que llegué tras descubrir, hace dos semanas, una entrevista que Rove McManus, presentador australiano del late night Rovedaily, le hizo a Elmo, the 3 and a half very cute red little monster del Barrio Sésamo neoyorquino.

Ahora mismo puedo imaginar la faz de cierto amigo mío, ceño fruncido, ojos como platos y mueca desaprobadora, convencido de que definitivamente he perdido la chaveta, tras años de intentar aleccionarme a base de curare. Ahora salgo con éstas. Pero que quieren que les diga, me gusta Elmo. No el Elmo de Sesame Street, sino el que se presenta lejos de su espacio habitual, en programas fuera del horario infantil.

De primeras eso de entrevistar a una marioneta puede resultar poco interesante para muchos y un horror para otros tantos, pero que se entreviste a una marioneta de Barrio Sésamo en un programa nocturno y en vivo, a mi me despertó curiosidad, entré para verlo, y me lo pasé en grande. Un monstruo rojo con la nariz naranja, que habla de él en tercera persona, que, como cualquier niño de esa edad, interrumpe continuamente, y que no para de reír, con una risa que inevitablemente se contagia.

Ante la sorpresa de descubrirme –tal vez exageradamente emocionada– buscando más vídeos relacionados, de repente caí en la cuenta de que ese títere estaba siendo manipulado por alguien fuera de plano, pero visible para el presentador y el público en el plató, durante más de 10 minutos; y todos ellos, como yo misma, estábamos centrados única y exclusivamente en ese muñeco de peluche, ojos saltones sin párpados, boca enorme y dos varillas de metal fino colgándole de las manos; metido en un traje sastre negro, con camisa blanca y cinturón de piel. Esta persona es Kevin Clash, titiritero y coproductor ejecutivo de Elmo’s World, entre otros programas. Busqué y descubrí más entrevistas, hechas para este mismo late night y, algo que me sorprendió aún más todavía: varias conexiones en directo vía satélite entre Elmo y el programa. Digamos que Elmo viene a ser una especie de corresponsal fijo de Barrio Sésamo para Rovedaily. Pero es que, además de toda la pasta invertida en la promoción de Sesame Street (y de Elmo), el trabajo creativo con el títere, la construcción física y vocal del personaje, es magnífica. Y pensé:

Si sólo el 25% de los espectadores de Rovedaily son padres, y se lo han pasado tan bien como yo viendo a Elmo en el programa, muy posiblemente harán que sus hijos/as vean a Elmo en Barrio Sésamo; comprarán los muñecos de Elmo a sus vástagos y hablarán de Elmo (por tanto de Sesame Street) a sus amigos y vecinos; y el boca a boca siempre funciona. El negocio, por tanto, está asegurado. Brillante.

Por eso, a pesar de todos mis temores tras semanas sin escribir, he decidido reaparecer con Elmo, el monstruo rojo de Barrio Sésamo.

jueves, 7 de mayo de 2009

Contenta de recibir ostias bien dadas

He llegado a casa tras pasar un día obtuso, triste, un día lamentable, de esos en los que nada fluye. Un día de aquellos en los que te preguntas: ¿Por qué me levanté?, y al momento te contestas: porque pasarlo en la cama habría sido peor. Pero qué día desesperanzador; qué montón de realidad mal recibido; qué miseria.

He llegado a casa y me he puesto a leer, y me he dado cuenta de que tengo suerte. Tengo la enorme suerte de tener un excelente amigo, especialista en propinar las mejores palizas; unas somantas de palos de tal calibre que te recolocan en esa misma realidad de la que renegabas hace un instante. Y recuerdas que quien se enoja pierde, y yo me enojé y perdí. Perdí el humor, perdí el sentido, perdí el tiempo miserablemente.

Los seres humanos somos lo que somos, cada uno distinto del otro, aunque haya quien nos quiera a todos idénticos. Pero hay que hacer y dejar hacer, estoy convencida, aunque haya quien no quiera dejar, ni hacer. Y yo tengo suerte, porque desde un rincón remoto de un Estambul periférico he recibido una nota, que hoy jueves, a las 20:19 horas de la tarde, mientras empieza a acabarse el día, me reconcilia conmigo misma sin poder evitar la risa.

Gracias, gracias, gracias.

domingo, 3 de mayo de 2009

Propuesta teatral: ¡matemos a la bicha!

El último artículo del Guillotinador de Pianos me ha llegado al centro neurálgico del dolor (o, si lo prefieren, al alma). Y es que ha tocado un tema que conscientemente he intentado evitar desde que cree este blog pero que en algún momento tenía que aparecer: la situación del teatro en la comunidad valenciana y su destrucción.

Uno de los problemas que plantea el artículo es el peligro que "la palabra" supone para el gobierno de mi comunidad:

"Tras años poniendo y quitando directores generales de teatro a medida que éstos caían en la cuenta, y decían, que a sus jefes el teatro les importaba una higa siempre y cuando no pusiera en cuestión su modelo político, social y cultural, en cuyo caso era sumamente importante cortar cabezas, por fin encontraron la solución: la danza. Es bonita, es minoritaria y, sobre todo, es muda, con lo cual puedes atribuirle cualquier significado."

Continúa con una cita de Sloterdijk donde expone la misión de un filósofo en la sociedad y que yo le impongo (y me impongo) a dramaturgos, actores y directores teatrales: la reflexión.

"... demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de transmisión que sirve de paso a las epidemias temáticas y oleadas de excitación."

Nosotros, los trabajadores del teatro debemos ser ese interruptor y no lo somos, y lo que es peor, no lo queremos ser. Con lo que llegamos al siguiente punto del artículo:

"... puede que sí lo haya, que exista reflexión, y que ésta sea que el teatro es un tostón insoportable que exige escuchar e interpretar lo escuchado, con lo cual me aprendo una fórmula que igual sirve para Shakespeare que para Muñoz Seca. O para el infausto Calderón que programó en febrero en el Teatro Principal de Valencia, indigno incluso de una gira pueblerina."

Y este es el panorama que tenemos y que la profesión actoral, no sólo los políticos teatrales, hemos ayudado a crear y fortalecer. Porque la práctica del deporte nacional –la queja– la sabemos ejercer a la perfección, utilizando palabras grandilocuentes en conversaciones de café, pero en cuanto logramos subirnos a un escenario se nos olvida toda esa palabrería y sólo pensamos en que hay que comer mucho y bien y el mundo tiene que envidiar nuestra glamorosa existencia. Más nos valdría cambiar de profesión o dedicarnos a hacer televisión pero no a hacer teatro. O, directamente y sin contemplaciones, darle a este teatro el tiro de gracia que necesita y liberarlo de su condena.

Para acabar su artículo, el Guillotinador nos propone el argumento para una obra. La pena es que no creo que en nuestra comunidad puedan encontrarse 6 actores y actrices dispuestos a embarcarse en un proyecto de estas características (donde tendrían que mojarse y mucho) y aún menos a un director que diera la cara para defenderlo. Ni qué decir tiene que no habría empresario teatral (que vive de las subvenciones, o que sueña con vivir de ellas) que abriera su sala para representar esta obra; y probablemente la excusa para no hacerlo sería: "Esto el público no lo entenderá".

Pero yo me apunto a producirla, ¿hay alguien más?

viernes, 1 de mayo de 2009

Un punk de Nashville amigo del diablo

El hallazgo no es mío sino de mi costilla. En realidad, prácticamente todos los hallazgos, del tipo que sean, que asoman en casa son de Pep, y yo me aprovecho.

Hace un par de días se acercó a mi escritorio para que fuera a escuchar algo que había descubierto, se trataba de Hank Williams III tocando Long Hauls and Close Calls (The Devil is my Friend) en el 40 WATT CLUB de Athens, Georgia, y me gustó. Me gustó la música y me gustó la letra; me gustó el ritmo, la velocidad del violinista y las pintas del contrabajista; y todavía me pregunto cómo H.W. III se sujeta a la cabeza ese sombrero de cowboy extraplano tan parecido al que usaban los curas de finales del XIX. Entonces, leyendo las letras de su último disco Damn Right - Rebel Proud tropecé con el tema Candidate for Suicide y reconozco que me sorprendió esa mezcla de melodía country con letra punk. Busqué el vídeo y me encontré con el no-oficial, una burrada muy grande.

Con todo este cúmulo de deleites no me quedaba otra que dejar anotado el descubrimiento. Aquí lo tienen: Long Hauls and Close Calls y Candidate for Suicide de Hank Williams III.


Well, I'm all strung out in Texas
And I’m lookin for a damn good time
Well, all my friends in Texas
they’ve already lost their mind
'Cause I've been drunk for 30 days
and I don't care if I die
and I’m livin' fast and hard
and that's the way I spend my time
and I don't need no one tryin' to tell me
how to live my own no-good life
My own hellbilly right
'Cause it's long, long, long, long hauls
and those close, close, close, close calls
'Cause the Devil is my friend
'Cause the Devil is my friend
'Cause the Devil is my friend
'Cause the Devil is my friend
'Cause I've been drunk for 30 days
and I don't care if I die
and I’m livin' fast and hard
and that's the way I spend my time
and I don't need no one tryin' to tell me
how to live my own no-good life
My own hellbilly right
'Cause it's long, long, long, long hauls
and those close, close, close, close calls
'Cause the Devil is my friend
'Cause the Devil is my friend
'Cause the Devil is my friend
'Cause the Devil is my friend


Well I'm a candidate for suicide the more that I get old
I'm a candidate for suicide the drugs have taken their toll
I'm a candidate for suicide I was raped at 8 yrs old
Well I'm a candidate for suicide cause I'm a cheap liar and a whore
Well I been busted up and beaten down no self esteem to make me proud
Anti social depressed and cursed
Well I hope I feel better when I'm ridin in that hearse
and all my emotions have left me and I no longer hurt.
Well I'm a candidate for suicide cause I'm burned out from too far gone
Well I'm a candidate for suicide no matter what I do it seems wrong
Well I'm a candidate for suicide cause I hurt the ones I love
Well I'm a candidate for suicide cause I never laugh that much
I been busted up and beaten down no self esteem to make me proud
Anti social, depressed and cursed
Well I hope I feel better when I'm ridin in that hearse
and all my emotions have left me and I no longer hurt
Well all my emotions have left me and I no longer hurt

domingo, 19 de abril de 2009

10 minutos de una mañana de sábado

Un hombre duerme, recostada su cabeza sobre el brazo cuya mano descansa en la barra metálica, mientras la otra sujeta sin fuerza la mochila. (Tenemos los minutos de sueño programados, pero nunca dormimos, sólo se cierran los ojos y se intenta ir a algún otro sitio... O al vacío.)

Una niña juega con la consola. Su hermano pequeño cruza el pasillo y se sienta a su lado. Señala la consola.

Pausa breve.

Amenaza con el llanto. Arruga los ojos. Abre la boca.

Pausa brevísima.

Emite el primer gemido. El momento se acerca. En un solo movimiento la hermana cierra y esconde la consola en su bolso.

Pausa.

Ha llegado el momento. Quejidos. Llanto sin lágrimas. Sobreactuación cargada de dramatismo. Un profundo suspiro al techo del vagón y gesto de resignación.

Finalmente la niña le presta la consola.
.

viernes, 17 de abril de 2009

Bruma

Encaje de bolillos
para acabar en la niebla.
Existencia hambrienta
de muchos inconcretos
para los que se aporta
validez vs. incapacidad.
..............—No alçar pols ni remolí.
Niveles aceptables
inundados de carencias.
Pensar en mañana...
Reflexión:
no hay mañana.
Pregunta:
¿hay final?
Sentirlo tan solo.
O por encima de todo.
El miedo nunca desaparece
hasta que te mata.
..............—The dream is over.

miércoles, 15 de abril de 2009

Hallazgo pascuero

Después de una semana de no hacer nada –porque como anotó Roberto Arlt: "no hay cosa más linda que tirarse a muerto", o según menta el refrán "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", y hoy puedo vagarla quizá mañana no– he decidido emprender mi reentrada al mundanal ruido. O lo que es lo mismo, he iniciado una obligatoria preparación, física e intelectual, para atacar el final de curso.

Buscaba material para mis clases cuando he encontrado un apunte que anoté hace como un año y medio sobre René Maltête.

Viendo su trabajo, de repente he imaginado un proyecto conjunto entre Maltête (imagen) y el Letrerista (palabras), aunque de haberse producido (cosa imposible ahora) me da que habría resultado muchísimo más cáustico.

Aquí les dejo una larga selección de imágenes, porque la concreción tampoco es una de mis virtudes más notables.



perro peligroso


Bigouden (pueblo de Bretagne)


béquilles (muletas, puntales)


formidable incendie (formidable incendio)


maths (matemáticas)


inquiétude (preocupación)


nettoyage de printemps (limpieza de primavera)


écoliers cinéphiles (escolares cinéfilos)


fugue (fuga)


croix (cruz)


connerie (tontería)


prison (cárcel, abierto)


les 7 péchés capitaux (los 7 pecados capitales)


sainteté (santidad)


hopital


ronde (círculo)


travaux (trabajos)

Los subtítulos que aparecen aquí son los que constan en la web del autor.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ticket de venta: artículos desglosados

Bípeda con pulgares prensiles.
Estrábica operada,
hipermétrope y astigmática
igual a: voyeur en prácticas.
De estatura media, o baja.
Un par de talones quejicosos
en dos pies de empeine ancho,
o paseante alevín,
procurando andar de frente.
Locuaz sacamuelas
aprendiz de escuchante;
bilingüe de nacimiento
y fanática de la fonética
en tres idiomas más o menos entrenados.
Alérgica a la aspirina,
principiante en la misantropía,
pianista retirada antes de debutar,
y melómana sólo de cierta música,
laburante en varias disciplinas
y de profesión, farsante.
Sabedora de mi falta de saber.
Hasta el moño de la necedad voluntaria.
Educacionalmente de izquierdas,
aunque no se definir
qué es eso de ser siniestra.
Marxista Lennonista
de Groucho Marx y John Lennon,
y atea convencida
(salvo por mi fe en el Gran Legüínsqui
de quien soy devota sierva).
Viajera física, si hay billetes,
pero no mental,
por lo agotador y frustrante
que resulta imaginar.
Poseedora afortunada
de menos de cinco amigos.
Y persona humana con sexo femenino
—finalmente conformada—
a pesar de un íntimo y contrario deseo adolescente.

martes, 17 de marzo de 2009

El tesorillo mal guardado. Programas del Teatro Real

Estamos en semana de fallas y estos días libres, dado que tranquilidad y relajación son imposibles de conseguir, he decidido aprovecharlos para hacer depeje y limpieza a fondo de mi escritorio; algo que necesitaba (sobretodo el escritorio) desde hace años. Hay que ver la de cosas que se acumulan y los tesoros que se encuentra una limpiando cada 10 años. Yo me he reencontrado con uno magnífico.

Les pongo en antecedentes:
Como alguno/a de ustedes sabe, existe la costumbre de que, el día del estreno de una obra teatral (o cualquier tipo de espectáculo de esta índole) los miembros de una compañía se hagan regalos entre ellos para celebrar el "parto". Pues bien, en el estreno de una de nuestras obras (creo que fue el de "La sal de la vida" pero no estoy segura), mi director y buen amigo Roger Colom me regaló tres programas de mano de principios del siglo XX del Teatro Real: "Lohengrin" del maestro Wagner, "Margarita la tornera" de Ruperto Chapí, (ambos de 1909) y "Salome" de Ricardo Strauss (1910). La cuestión es que recibí y agradecí efusivamente mi regalo pero, ante el inminente estreno y con los nervios a flor de piel, no lo estudié con demasiado detenimiento y dejé esta tarea para más adelante. Tan adelante que siete u ocho años después aquí estoy, redescubriendo mi fantástico regalo.

En los programas, únicos programas oficiales, del Teatro Real de aquellos años, se intercala información sobre la obra a representar con decenas de anuncios publicitarios, y es precisamente en estos anuncios donde he descubierto lo enormemente valioso de mi presente teatral, así que he decidido digitalizarlo y compartirlo.

En varias entregas iré mostrándoles algunas de estas publicidades hasta tener terminada la digitalización total de los programas que, muy posiblemente, también colgaré. Para empezar aquí tienen dos sobre belleza y salud.





Las Linces en respuesta a los obispos

.


Ellos pueden pagar vallas publicitarias, pero nosotr@s tenemos la red.

¿Quienes son “Las Linces”?
¡¡LAS LINCES SOMOS TODAS Y TODOS!!

SUMATE A LA CAMAÑA Y AÑADE EL LOGO DE LAS LINCES A TU BLOG, TU WEB, TU PERFIL EN LA RED SOCIAL, ETC.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Día de lluvia

Hace unos días, en Valencia, el cielo nos cayó sobre las cabezas. Litros y litros de agua que cayeron sin parar durante todo el día con una intensidad constante, a la que no estamos acostumbrados. Y claro, la falta de costumbre me pilló mal ataviada.

Recibí la lluvia con alegría, dispuesta a pasar un día de trabajo con la novedad de estar acompañada por el cambio climatológico. Caía creando cortina, y supuse, porque eso es lo que suele ocurrir por estas latitudes, salvo inundaciones, que en un par de horas pararía, o que seguramente el caudal se reduciría al típico chirimiri con viento. Así que agarré el paraguas que normalmente no cogería (en esta ocasión sí me pareció necesario) y me dispuse a empezar la jornada laboral. 11:00 h. De camino a la estación iba pletórica, con la cabeza alta, mirando de frente como sólo cuando llueve tengo a bien mirar —como he dicho la lluvia caía con una fuerza inusual y esto era una novedad que agradecí. La estación de metro estaba poblada de cubos y cestos plásticos con el logotipo de metrovalencia (esto sí es una constante) que mal recogían el agua que se colaba a través de las infinitas goteras de nuestra jovencísima y tan bien acabada —¿verdad oiga?— estación subterránea. El tren, encharcado en su interior, y los pasajeros sujetando a un lado su paraguas cerrado, que goteaba litros de líquido elemento. Cuando llegué a la parada de Empalme y empecé a andar de camino al colegio me percaté del primer gran error en mi atavío: llovía de lado y mi chaqueta era corta; a los dos minutos de caminar rodeada de descampados estaba completamente empapada de cintura para abajo, así que, una vez en el colegio, fue necesaria una sesión de secado de pantalones en el seca-manos de los baños, que consiguió su objetivo en el tramo que va de la cintura hasta la espinilla. Por otro lado los calcetines eran gordos y altos, "no estoy fría, genial".

13:00 h. Acabada la clase y de vuelta a Empalme para emprender camino a Russafa, seguía lloviendo con la misma intensidad, aunque en ese momento el viento había amainado, con lo que logré llegar a la estación con la ropa más o menos seca, pero, segundo gran error, debido al mayor volumen acuífero en el asfalto, los zapatos —unas botas tobilleras de piel— empezaron a sufrir el exceso de líquido. La piel, originalmente de color beig, se había transformado en un marrón oscuro plomizo, y el agua comenzaba a colarse a través suyo, doblando su peso, empapando los calcetines y, en consecuencia, mis pies; "¡y hasta las 7 de la tarde no llego a casa!". Cuando llegué a mi segundo destino del día literalmente caminaba sobre las aguas, era necesario conseguir, al menos, calcetines secos. 14:00 h. El mercado de Russafa desierto y Galerías Martín ya había cerrado. "No hay calcetines. Peris, improvisemos... ¡Ya está, bolsas de plástico!". Rafa, el dueño del bar muy amablemente me entregó dos bolsas de mercadona y con ellas me dirigí a la escuela, pedí un rollo de precinto, entré en el baño, me descalcé y descalcetiné, escurrí en la taza el cuarto de litro de agua contenido en cada uno de los mitones y me sequé los pies con toallitas de papel; los cubrí con las bolsas de plástico y me las enrollé a los tobillos con precinto. Me puse de nuevo los calcetines, sobre las bolsas, me calcé y a clase. ¡Qué espectáculo genial! a cada paso que daba dejaba tras de mi un riachuelo que nacía de los zapatos. Y aún tenía que recorrer media ciudad para llegar al tercer colegio del día. Pero ahora, al menos, los pies estaban secos

Evidentemente las bolsas no aguantaron más que hasta las 6 de la tarde y el camino de regreso a casa fue, de nuevo, una especie de paseo acuático, muy íntimo, pero la experiencia me enseñó. Al día siguiente, en la mochila, a parte de los cuadernos y las carpetas, no faltaban el paraguas, un par de calcetines, 6 bolsas de plástico y un rollo de precinto industrial. Por supuesto, no llovió, pero ahora ya he aprendido. La lluvia es buena, y si vas caliente y seca, mola mucho más.

domingo, 8 de marzo de 2009

Prisioneras de la imagen con síndrome de Estocolmo

Ayer noche vi por casualidad el documental "Prisioneras de la Imagen" emitido, como ya sabrán, en el programa "La Noche Temática" de La 2 de TVE... o bueno, tal vez no, puede que no lo sepan, porque el programa se emite en horario de mínima audiencia, no sea que más de dos o tres personas lo vean. Bueno, el caso es que cuando estábamos a punto de apagar la caja tonta y dirigirnos al catre, el último zapping previo al apagado nos condujo a este documental y, tras unos minutos, decidimos fulminar los porcentajes de audiencia y acabar de verlo.

El documental no me escandalizó, no me horrorizó, ni siquiera me disgustó, pero lo que sí hizo fue darme más de un par de buenas bofetadas con la mano abierta, que reforzaron, de nuevo, mi sospecha de que existe un complot mundial, normalmente regentado por hombres, para que el mayor enemigo de las mujeres seamos las propias mujeres. Y por este motivo he querido enlazarlo hoy aquí y compartirlo con ustedes, porque una buena ostia a tiempo, a veces, sí es necesaria. En este reportaje, realizado por Sunny Bergman, se entrevista a diversas mujeres que trabajan en el negocio de las revistas y magazines femeninos, donde las imágenes son retocadas, porque todas nosotras buscamos en ellas el ideal de belleza femenino —que alguien imaginó antes—; a varios cirujanos plásticos —todos ellos hombres—, que por $350.000 al mes cortan, rasgan, pinchan y eliminan todo lo que nos sobra, que es prácticamente todo, si queremos parecernos a la modelo de la portada de Cosmopolitan; a una quinceañera estúpidamente traumatizada, por tener los labios vaginales demasiado grandes y diferentes de los de las modelos del Playboy, y que accede a ser entrevistada porque su cirujano, gracias a esta publicidad, le hará un descuento de $2000 en la operación. En este reportaje, la profunda y voluntaria ignorancia de nuestra sociedad, de toda ella, queda perfectamente retratada. Véanlo y véanse pues, y tengan a mano un buen filete, les hará falta.


Sunny Bergman, junto al abogado Martin de Witte, han creado la web the people vs. the beauty industry, donde las mujeres que quieran, puedan denunciar a empresas de la industria de la cosmética y la belleza. La pega es que está en holandés, yo no lo entiendo pero tal vez alguno/a de ustedes sí.

domingo, 22 de febrero de 2009

¡Choca esos cinco profe!



Su modestia me ha convencido.
Esta vez sí, ha de ser el elegido.
No estoy segura al cien por cien porque,
(como el sanador) su ilustrísima trabaja escondido.

Pero, ¡qué humildad la suya!

No lo soluciona todo,
aunque todo tiene solución.
Y lo resuelve solamente
si otros meten el gambón.

Médium vidente,
serio y competente.
¿No han notado con tal rima
que su red neuronal se socarrima?

Viviremos decepcionados,
pero, a fe mía,
que lo haremos
con el corazón reconfortado.

Esto bien merece un choque de manos.

sábado, 21 de febrero de 2009

Descripción

Nunca me gustaron especialmente las descripciones hasta que empecé a escribir y, de repente, me di cuenta de que lo que más hacía era describir. Así que comencé a tenerlo mucho más presente, como instrumento y como ejercicio.

El martes pasado, en BAI, leí la descripción de una mañana de trabajo que me atrapó desde el primer momento casi sin darme cuenta. Una de esas descripciones que te sumergen en una situación clarísima sin que, en ningún momento, dejes de saber donde te encuentras —que era delante del ordenador leyendo esa anécdota.

Y lo mejor de aquella lectura fue reconocer, con una sonrisa emocionada y orgullosa ante el descubrimiento, que aunque en un principio me entusiasme su falsa cercanía jamás viviré esa situación en persona; que, aunque acuda a ese lugar y me siente en la misma silla, el mismo día de la semana y del mes, con la casualidad de sentir la misma lluvia y a la misma hora exacta del día, jamás formará parte de mi experiencia salvo, eso sí, que vuelva a leerla. Y en el hecho de su relectura, esa experiencia ajena forma ahora parte indiscutible de mi propia experiencia y es un elemento más, impagable, para mi eterno aprendizaje.

domingo, 15 de febrero de 2009

De por qué escribo sobre otros

Alguien me preguntó una vez por qué escribo tan a menudo sobre textos o artículos que son de otros. En un principio me asaltó la duda y me planteé eso de "la necesidad de ser original". Pero, de repente, me di cuenta, "mi no saber eso como se hacer". He descubierto que eso, la originalidad, no se como se hace. Así que desde hace unos días vengo dándole vueltas a una respuesta a aquella pregunta y supongo que es esta:

Porque estoy en continuo aprendizaje.
Y aunque se que conozco, hay demasiado que aún no se y demasiado poco tiempo, y muchísimos y muchísimas que aprendieron más y que saben más que yo. A los que consigo descubrir llego por recomendación de alguien, al que a su vez he leído, y de algunos, pocos, que además de leer y estudiar, tengo el honor de conocer.
Artículos y poemas, notas, entrevistas, letras de canciones que conocía pero no entendía. Imágenes, conciertos y escenas de películas mil veces vistas a las que ahora pongo atención. Porque no quiero perderlo y porque dejan patente que debo seguir aplicándome.
Seguramente lo haga copiando, y sin duda lo hago enlazando, dirigiéndome (y dirigiéndoles) a aquellos que de repente me han golpeado de una u otra manera con la esperanza de llegar a describir mis descubrimientos de la forma más correcta posible.
Nada nuevo voy a darles, porque nuevo no hay nada, salvo el éxtasis personal sentido en el momento del descubrimiento y el punto de vista desde el que lo recibimos, aunque la mayoría de las veces, ni eso. Pero me esfuerzo en reseñarlo (explicarlo), al menos, sin faltas de ortografía.