lunes, 4 de marzo de 2013

DE LADRONES Y CHORIZOS


Después de un año y medio sin aparecer, hace un més volví a asomar la nariz por LaZ con una aguafuerte de Roberto Arlt sobre política y políticos, y hoy regreso de nuevo con este diálogo entre y sobre ladrones que sigue pareciéndome, a pesar sus 70 años de edad, de rabiosa actualidad.

DOS MILLONES DE PESOS
    
Fondín. Decoración barata: estanterías de tercera mano, y algunos frascos de aguardientes y guindado. Mesas pintadas alguna vez y despintadas hace muchos años. El "trompa" que vigila dos "turros bananeros" abocados a un medio litro sanjuanino. En un rincón, los dos Curros que meditan melancólicamente en "todo tiempo pasado fue mejor", protestan de las ingratitudes del destino.

Reo I: Trabajá, después, sacrifícate. Pasate los mejores años de tu vida en Las Heras. Correte el clásico de Ushuaia. ¿Podés decirme para qué?

Reo II: ¡Dos millones de pesos! Y lo que viene a la cola.

Reo I: Dos millones. Mirá. Yo en medio de todo, soy un tipo decente. Aún no le he visto la jeta a un billete de cinco mil. ¿Te das cuenta? Sé que existen, que giran en los bancos, que hay gente que los utiliza; no niego. Pero aún no les he visto la jeta...

Reo I: Dos millones... Que los piantaron con cheques lavados. No lo niego. Pero ¿y nuestra carrera? Yo no me las tiro de filósofo. Soy canero viejo y basta. Pero pienso "Chamuyo, luego vivo". ¿Estamos? Anoche, no podía apoliyar. Dale que dale vueltas en la carrera. Me decía: ¿Para qué servimos nosotros, los de la vida? ¿Qué hacemos? ¡Nadal Somos inferiores. No me interrumpas. Somos inferiores. A cada momento nos encanan . . . pero los que roban, no somos nosotros. Yo no sé si esto será filosofía, pero sé que no son macanas. ¿Podés decirme? ¿Sos vos el que te alzaste con dos millones de pesos? No. ¿Fue Josecito? No. ¿Fue el Rengo? No. ¿Fue el Pibe Membriyo? No. ¿Fue Potito Manyianelo? Sin embargo, bien te corriste vos tus tres años en  Las Heras, y yo no puedo decir que mis setenta entradas sean fayutas. Entonces, ¿en qué quedamos? En que ni vos ni yo le conocemos la jeta a cinco mil mangos. Sabemos que existen ¿pero vos los has visto? No. ¡Yo tampoco!...
    
Reo II: Dos miyones. . . y con cheque lavado...
    
Reo I: Me da bronca, me da. ¿Para qué nuestro oficio? Pensá bien. Metete eso en los sesos. Primero aprendí a levantar potriyitos, zonceras de nada; después a forzar cerraduras; después a tomarle el pulso a las claves. Me conozco el descuido a la perfección. Con el cuento del tío, puedo hacerla yorar a una piedra. ¿Y le vi la jeta a cinco mil mangos alguna vez? No. Tengo setenta entradas, cuarenta "manyamientos", tres años de prisión, quince procesos, ciento veinte indagatorias, quince absoluciones... Ya ves. ¿Y todo esto para qué nos sirve? ¿Nos sirve para algo? No. ¿Pero sos vos el que robó los dos miyones? ¿Soy yo? No...
   
Reo II: Dos miyones... y con cheques de los Tribunales . . .
    
Reo I: No digo que sean los jueces los que se levantaron con los dos miyones. No.
    
Reo II: No me hables de los jueces.
    
Reo I: Ni tampoco de Santiago... no...
    
Reo II: Y la Migdal, ¿qué me decís de la Migdal?.. .

Reo I: Soy filósofo... Pero estoy triste. Nuestros tiempos han pasado. Convencete Sebastián. ¿Por qué se han pasado? No lo sé. Pero pasaron. Convencete. Han llegado tiempos nuevos. Los veo. Minga de individualismo. Antes, cada uno robaba por su cuenta, y listo el poyo. Me acuerdo, y vos también. Vinieron los socialistas y empezaron a dar la lata del cooperativismo, de la mutualidad, de la ayuda gremial... ¿y cuáles son las consecuencias? Nosotros los pobres crioyos, quedamos en la vía; y ellos, los cogotudos, los grandes reos, hacen sociedades, se reciben de dotores, pues en todo lío hay mezclados dotores. Y así estamos...
    
Reo II: ¡Dos miyones!
    
Reo I: Yo no digo que los jueces supieran. Ningún juez está obligado a saber nada. Por lo general, nunca saben ni a quién condenan. El que lo sabe es el secretario.
    
Reo II: Y dicen que andan mezclados abogados...     

Reo I: ¡Dios te libre de abogados! Cuántas veces me dije, ¿por qué en vez de seguir la carrera de ladrón, no he seguido la de ave negra? ¿Por qué? ¿Para qué sirve mi técnica, si en las cajas de fierro se guardan programas de carreras y aspirinas? ¿Qué has robado vos? ¿Qué he robado yo? No es que me las quiera tirar de filósofo. Un viejo ladrón está más allá de los grupos. Más allá de las macanas. ¿Pero qué nos queda de hacer a nosotros? ¿A quién robar? Si ahora nos alzáramos con este medio litro de vino, nos mandan a Ushuaia. ¿Te das cuenta? Si le aplicas la furca a un zanagoria, te declaran delito con agravante y te dan tiempo indeterminado. ¿Qué hacer? ¿Morirnos de hambre? ¿Regenerarnos? ¿Hacernos católicos? Ahora corre la mula de hacerse católico. No hay turro que no la trabaje por ese lado. Pero los católicos no tienen plata. ¿Hacerse socio de la Migdal? Esa es gente decente y ni para porteros nos recibirían en el nuevo club que van a organizar. ¿Ir a los Tribunales? Bien muertos nos largarían. Son tantos para robar que en cuanto mostráramos la jeta nos mandarían a los sótanos.
    
Reo I: ¿Qué hacer?
    
Reo II: Ése es el problema. ¿Qué hacer? Podemos competir con los pequeros, con los abogados que tienen auto, con los tratantes que trabajan con personería jurídica, con los picapleitos que lavan cheques, con los jueces que lo ignoran, con la policía que no nos quiere. Pero estamos atrasados. Somos de otra época, hermano. De otro siglo. ¿Qué querés con tu furca y tu cuento del tío si no sos persona decente? Con razón nos decían en el colegio: "Hay que ser honrado". ¡Y es claro, mi hijo! Únicamente así se puede robar. ¡Únicamente así se le puede ver la jeta a un billete de cinco mil ...
     

lunes, 4 de febrero de 2013

¿CÓMO ENGAÑAR AL ELECTORADO?


Mi buen amigo Roger Colom me dijo una vez que soy una experta en Roberto Arlt. No lo soy, aún, pero lo que sí soy desde hace años es adicta a su obra, sobretodo a sus aguafuertes porteñas; un retrato magistral y delirante de la sociedad porteña de finales de los años 20 y de los 30 que se convirtieron en lectura de cabecera, entre otras razones porque, a pesar del tiempo, mantienen tal vigencia que llega a doler sin poder evitar la carcajada. A continuación les dejo una de ellas; juzguen ustedes.

¿CÓMO ENGAÑAR AL ELECTORADO?
Roberto Arlt

Me dice un candidato a diputado:


—Hay que trabajar por la salvación del país. La patria está al margen de la bancarrota.


—Che, hacé el favor, andá a engrupir[1] a otro… a mí no me vengas con esa novela… Decí la verdad. ¿Cuántos negocios pensás hacer…?


Qué negocios querés que se haga si no hay oposición. Se puede maniobrar, y bien, cuando hay partidos de oposición que guardan equilibrios con el oficial. Entonces sí vale la pena hacer negocios, mejor dicho hay posibilidades de acomodarse, pero de este modo… Te prevengo que hoy rinde más vender boletos en el hipódromo que ser diputado, de cualquier modo, ¿no se te ocurre nada con qué engrupir al público de electores?.


—De qué modo engrupir…


—Sí, una de esas macanas que corren y se las creen todos…
 Con el petróleo, por ejemplo, no embromamos a nadie hoy. Con el oro, qué sabe la gente de oro?, como no ser el oro del anillo de compromiso… La nafta[2] interesa sólo a los chauffeurs… El azúcar… todas esas son cosas pasadas de moda.


—Hay que buscar y encontrar algo que parezca verdad —me dice el malandrino que es candidato a diputado por un partido—. Hay que buscar y encontrar algo que los deje groguis a todos los giles que en este país creen en la democracia. Por ejemplo: ciertos políticos con el asunto de los empleos tienen acaparado el electorado de la República. Nosotros no podemos ofrecer empleo. No podemos comprar libretas con empleos. Y hoy los giles piden algo más que un plato de lentejas para votar. Decime vos, con qué los “engrupís” a ese electorado. Ahí está el problema. Se pasaron los tiempos de la empanada criolla, de la bordalesa de vino, las partidas de taba y el asalto en el atrio de la iglesia. Hoy se puede asaltar, robar, matar, engañar, todo crimen político puede ser cometido en estos días de “iniquidad” como ingenuamente los llamás vos...


—Veo que leés mis notas…


—De vez en cuando… Todo crimen político puede ser cometido siempre que se tenga la astucia de rodearlo de legalidad y de chicana jurídica…


“Como todos mis compinches. Más aún, te voy a contar una anécdota. Cierto diputado me decía una vez: “Si votando una guerra en la cual la Argentina se viera mezclada,
yo ganara un millón de pesos, votaba esa guerra…”

Me he puesto serio, no sé qué decir. Mi gran hombre continúa:


Hay que ser un imbécil o un loco para creen en la honradez y en la democracia. Aquí tenemos la desgracia de no contar con industria, porque sino, aparecían muchos problemas explotables. ¿Qué problema se inventa entonces? Hay que sacar una mentira de un ángulo poco común, descubrir una panacea que los embauque a todos… Mirá si seremos desgraciados que ni el peligro de una próxima guerra tenemos… Con el bolcheviquismo no se va a ninguna parte, si no mañana mismo me hacía bolchevique. Con el fascismo… que querés, es para los morfones[3] de tallarines… Aquí, lo que hace falta es una concepción política que tenga apariencias de democracia y que no lo sea, que responda a todos los deseos y a ninguno, que esté contra todos y con todos… Más claramente, un caballo que no sea caballo… uno de esos bodrios sabés… que ni Dios los entiende.

EL CÍNICO

—Sabés que ya te pasás de cínico…

Mi gran hombre da un puñetazo en la mesa; luego:

—¿Podés decirme vos qué tiene que ver la vergüenza, la decencia, la honestidad, el pudor, los buenos sentimientos con la política? ¿Querés explicarme y dejarte de decir macanas[4]? Cuando entrás a una zapatería no es para hacerte un traje sino un par de botines, ¿no? Bueno, cuando vas a lo de un político no es a comprar decencia, ni honestidad, ni ninguna de esas pavadas… ¿Por qué me decís que soy un cínico?

“Es como si le dijeras al sastre y en tono acusador: Usted es sastre. Claro que soy cínico, te contesto yo. Un cínico, pero sin mercadería. Sin mercadería electoral. Cada uno de mis camaradas está en la misma desgraciada posición. No se encuentra ni por broma un filón explotable. El electorado está como un burro que no tiene sed, y vos sabés que no hay cosas más difícil que hacerle tomar agua a un burro que precisamente no tiene sed. ¿Qué hago? ¿Qué hacemos? Los redactores de carteles nos miran despavoridos. No tienen nada para redactar. Los matones están consternados. No hay quien los contrate ni por un plato de sopa, porque todos son matones hoy. Los oradores que antaño contratábamos por poco y nada están en baja, y están en baja porque no tienen nada que decir. Somos francos, vive Dios. Yo no pido gollerías[5]. Pido robar, robar honradamente como cualquier hijo de vecino. ¿Es pecado eso? No. ¿Entonces? ¡Seamos amigos con el pueblo, qué diablo! Esquilmémoslo razonablemente. Yo no soy ese diputado que por un millón de pesos embarcaría a su patria en una guerra. No. Por quinientos mil pesos metería a nuestro planeta en las ollas del infierno. Lo que falta es el pretexto. Lo que falta es un electorado inteligente, que se dé cuenta de nuestra capacidad, y aunque empapelemos la ciudad desde el zócalo hasta las cornisas, vamos muertos, y vamos muertos porque falta una gran mentira con que mover la masa ciudadana. El que la encuentre, créalo, el que encuentre la gran mentira, podrá llegar hasta ser Presidente de la República.”







[1] Engañar inventando una historia, una patraña
[2] Gasolina, combustible
[3] Morfar: (lunfardo) Comer (AD.), alimentarse/ copular, fornicar/ recibir un castigo físico o verbal.
[4] Macana: Estupidez, desatino, disparate, despropósito.
[5] Manjar exquisito y delicado