jueves, 25 de septiembre de 2014

Crónicas de viaje IV: Neus y Guillem

A Neus y Guillem los conocí al día siguiente de llegar al refugio. Llegaron por la tarde con su hija, su yerno y los dos hijos de estos: Arnau y Xenia (si he escrito mal el nombre, que todo es posible, por favor corregidme). Fue difícil no fijarse en ellos. Guillem iba en silla de ruedas, se le veía cansado, y l@s dos pequeñ@s, sobretodo la peque, era un torbellino rubio que iba arriba y abajo jugando con las piedras y con una bolsa de papel colgada del hombro como si fuera un bolso de mano.

Neus y Guillem se sentaron en una de las mesas de la terraza. Yo los observaba, tal vez con demasiado descaro, y a los pocos minutos Neus me preguntó: “I que tal es aquest lloc? S’hi està bé?”. “Molt bé” le contesté “Jo m’hi estic molt a gust, és molt tranquil i agradable i està adaptat per a la cadira de rodes”. Hablamos un momento sobre lo difícil que resulta, aún, en este país y en este siglo, encontrar sitios adaptados para minusválidos, “Fora del país no tens cap problema pero aquí és terrible encara” me comentó Neus, y al poco preguntó: “I doncs, que et sembla Guillem? Ens quedem aquí?” Guillem asintió y se quedaron.

Estuvimos hablando un rato más antes de que se retiraran a descansar. Neus me explicó que Guillem sufrió un ictus hace unos 8 años y me habló del cambio radical que había supuesto en sus vidas, pero Guillem, en un momento de la conversación, miró a Neus y le dijo con calma, como quien no quiere la cosa: “Neus, i que tal si deixem el meu ictus en pau una estona”. No pude reprimir la risa. Había algo en esta pareja que me atraía enormemente.

A la mañana siguiente al bajar a desayunar los encontré en el salón. Ell@s estaban terminando su desayuno y le pidieron información a Noe sobre los sitios que podían visitar. Guillem me preguntó de dónde era y al decirle que de Valencia me comentó que conocía la Canal de Navarrés, donde tenía amigos y creo recordar que también familia; y empezamos a hablar de la lengua y los conflictos, estúpidos conflictos, que algunos han querido fomentar a propósito del catalán, el valenciano y sus “diferencias”. Quedo claro que estábamos de acuerdo, era un absoluto sinsentido, y conforme pasaban los minutos y escuchaba hablar a Guillem cada vez disfrutaba más de su excelente sentido del humor, su capacidad de relativización y su enorme simpatía. Finalmente salieron y yo seguí a lo mío.

Cuando llegaron aquella tarde nos sentamos juntos a hablar de nuevo. Arnau, el nieto, de cinco años, evidentemente enojado, empezó a darle patadas a las piedras que cubrían el suelo de la terraza. Tenía un cabreo de tres pares de narices porque le acababan de decir que era demasiado pequeño para dar una clase de tiro con arco. Su cara era el vivo reflejo de la indignación, pero tras unas palabras con sus abuel@s el enojo desapareció y todo se solucionó de la manera más relajada. Solucionado este momento de crisis Neus me contó que es enfermera y que a los 42 años (ahora tiene 63) creó la Fundació Uszheimer per a Malalties Neurodegeneratives, su proyecto de vida y en el que también colabora su hija (por supuesto, aunque aún haya a quien aún sorprenda, sin cobrar un solo euro ninguna de las dos). Después me preguntaron sobre mi, a qué me dedicaba, como es que había ido sola a ese rincón de mundo... y yo que soy como soy y estaba como estaba se lo conté todo; el proceso de divorcio, sus causas, cómo se llevó a cabo, como me había afectado, como me sentía; que había venido buscando calma para empezar de nuevo y de cero; les hablé de mis dudas y de mis miedos. Fue una vomitona en toda regla, si señora, pero ell@s me escucharon, con atención y con un cariño infinito.

Hablamos mucho durante aquellos dos días y medio, de mi, de ella, de su vida en pareja, de la generosidad de Guillem, de la autoestima, de nuestros padres, de nuestr@s hij@s y de la Fundació, por la que ha peleado con uñas y dientes como una jabata, y la fuerza y el empuje de esta señora mujer me inyectó una dosis de esperanza y autoestima que tardará mucho en desaparecer, si es que desaparece.

Cuando nos despedimos la mañana del día 21 Neus, Guillem y su hija volvieron a animarme, los tres. “Oblida’t de la por Gemma” me dijo Neus, y más que decirlo me lo ordenó, “La por bloqueja i no et permet avançar. Treu-te-la del damunt immediatament!” Guillem, por su parte, me miró, sonrió y me dijo: “Gemma, ets una noia molt eixerida, cordial i ben maca. Si jo li he pogut fer front a aquest ictus tu també t’en sortiràs, no tinguis cap dubte.” No lo pude evitar, “Neus, et molesta si m’enamore del teu home?” “No reina” me contestó con una amplísima sonrisa “tothom s’enamora d’ell”. Y no me cabe la menor duda de que así es.

Hay personas que aparecen de repente en tu vida y dejan su huella para siempre, Neus y Guillem la han dejado en mi y me siento extremadamente afortunada y agradecida por ello. Moltíssimes gràcies parella, de tot cor. Una abraçada molt i molt gran.



PS: No dejen de visitar la web de la Fundació, colaboren si pueden y echen un vistazo a la Agenda, tienen propuestas que merece la pena seguir.

martes, 16 de septiembre de 2014

Crónicas de viaje III: Conversaciones y un trato excelente

En Cal Companyó, como les contaba hace unos días, había encontrado ese tipo de paz que me hacía falta, pero, además, recuperé algo que tenía seriamente adormecido, la práctica de la conversación. Y es que, si bien siempre he sido un animalito bastante social ⎯de esos que no paran de hablar, ni paran en torreta⎯, a lo largo de estos últimos años me había ido “ermitañando” de tal modo que hasta rehuía las conversaciones telefónicas; pero hay una característica de este tipo de lugares que muy raramente encontramos en la ciudad y es que todo el mundo, sean o no conocidos, te saluda, y a poco que des el paso inicia una conversación contigo. Pronto di ese pasito y dado que mi estancia era bastante larga en comparación con el resto de huéspedes que por allí pasaron, tuve la oportunidad de coincidir y charlar con un buen grupo de personas; los que allí vivían y/o trabajaban, los que se hospedaban y los que estaban de paso para comer o tomar unas cañas. Conversé con tod@s, y de tod@s ell@s aprendí alguna cosa.

Con quien más trato tuve, lógicamente, fue con el equipo del refugio: Noe y Martín, Alejandro y Esperanza (los padres de Noe) y Ahlam, Paco y Nora (la ayudante de cocina, su marido y su hija de 6 años); y calificarlos como personas amables y cordiales es quedarme muy, muy corta.

Con Noe y Martín tardamos menos de un suspiro en conectar ⎯sobretodo con Martín, que como buen argentino habla hasta debajo del agua⎯ y el trato fue espectacular. Pero es que, además de ocuparse de sus huéspedes se preocupan por ell@s. Continuamente me preguntaban como estaba, si todo era de mi gusto, si necesitaba alguna cosa. Si tenían un momento se sentaban conmigo y hablábamos de mi, de ell@s, de cine y música, de fútbol, de idiomas, o de desastres políticos. Ahlam, de familia árabe, me hablaba de su familia, de cocina, de como lamenta no haber hablado a sus hij@s el árabe de pequeñ@s, de su negocio (un restaurante en Guardiola de Berguedà)...; y su marido, Paco, resultó ser un masajista-terapeuta estupendo que me apañó los trapecios y con el que conversamos sobre remedios naturales y sobre las ventajas del agradecimiento en contraposición a la queja. Nora se dedicó a interrogarme siempre que podía. Con ella y Ahlam fuimos a recoger moras y ver atardecer; los cuatro a ver Les Fonts del Llobregat y mientras, juntas, dibujamos manzanos, refugios e hicimos aviones de papel.

Como a la semana de llegar Noe y Martín pudieron tomarse unos días de vacaciones y dejaron el hotel y el refugio a cargo de los padres de Noe, Alejandro y Esperanza, que me mimaron y malcriaron de tal modo que una de mis últimas noches, en que volvía a ser la única huésped del lugar, Esperanza se me acercó y me dijo: “Hoy te voy a hacer una cena de mamá, que me comes muy poco y te tenemos que cuidar”. Me preparó una tortilla de champiñones, una ensalada del huerto con tomatitos cherry y queso freso y un bol enorme con uva de Almería (Alejandro es de Almería y Esperanza de Soria) que ellos mismos cultivaban; y se quedó haciéndome compañía y dándome conversación durante toda la cena para que no comiera sola. Como ya imaginarán Esperanza pasó a convertirse en mamá Esperanza, un amor de mujer donde las haya. Alejandro me habló de su infancia en Almería, de sus años como guarda forestal, de la temporada en que ayudó a su hermano en el bar que regentaba y cada día me decía lo mismo: “Gemma si necesitas bajar al pueblo no dejes de decírmelo que yo tengo que ir casi todos los días”. 

El día de mi cumpleaños me encontré a Nora tras la puerta del baño con una sonrisa de oreja a oreja: “Per molts anys Gemma! T’hem portat dos regals!!”, me soltó nada más verme. La cara de Ahlam al enterarse fue un poema: “Nora! que era una sorpresa!!” Y lo fue, una sorpresa estupenda y una celebración divertidísima, con brownie casero, regalos, la llamada de Noe y Martin desde Ses Illes y el Cumpleaños Feliz cantado por tod@s ell@s más dos ciclistas de Huesca que entraban en ese preciso momento al refugio. Al terminar la canción uno de los ciclistas me preguntó cuantos años cumplía. “Cuarenta y tres”, le dije. “Ah, bien! Yo tengo cuarenta y cuatro. Con cuarenta y tres se vive bien”.

Noe y Martin 
Ahlam, Nora y Paco en Les Fonts del Llobregat
..




viernes, 5 de septiembre de 2014

Crónicas de viaje II: Cal Companyó

El 18 de agosto a las 9:30 de la mañana partía desde la Estació Barcelona Nord en el bus de línea Barcelona-Berga-Llívia, destino: Guardiola de Berguedà. El día había amanecido sofocante y extremadamente húmedo en la Ciutat Comtal pero a medida que avanzaba el camino el cielo se fue nublando. “Excelente!” ⎯pensé⎯ “ya va llegando el fresco; si además viene acompañado de lluvia mejor que mejor.“ Uno de los objetivos marcados, evitar el calor, parecía que se iba cumpliendo y cuando el bus hizo la parada del cigarrillo en Berga comprobé que la temperatura era deliciosamente fresca, hacía falta rebequita, ¡yuju!

Durante la paradiña en Berga tuve ocasión de conversar con el conductor del autobús. Me explicó que llevaba en la carretera desde las 4 de la madrugada que había salido de Llívia camino de Barcelona y, al comentarle que venía de Valencia, me preguntó, con una buena dosis de sarcasmo, cómo lo llevábamos con la señora Rita y sus colegas de la Generalitat (lo que me provocó un “menuda colla de cabrons indecents” automático), para acabar despotricando sobre el caso Pujol, la herencia y su querella contra los bancos andorranos. Quedamos de acuerdo en una cosa respecto a todos los elementos mentados: “No en futrem rè”, y así quedó la cosa; no hacia falta ni era el momento de profundizar en el tema y yo quedaba encantada ante mi primera incursión en el habla de la zona (fanática de la fonética que és una). La siguiente parada era Guardiola.

La pareja que lleva Cal Companyó, Noe y Martín, se ofrecieron a venir a buscarme a la parada, cosa que no puedo dejar de agradecerles porque la mochila pesaba como una losa y el refugio estaba a una buena hora andando, si no más, desde el pueblo. Fue Martín quien apareció a los pocos minutos de llegar el bus y su naturalidad al saludar y pedirme unos minutos para ir a la ferretería mientras esperaba en el 4x4 me gustó, nada de formalismos, genial. Durante el camino de subida al refugio me explicó que era de Córdoba, Argentina, que hacía poco que conducía, que igual era un pelín brusco manejando la subida, que era cocinero, y me habló de Noe y del refugio, que dirigían desde hacía sólo unos meses. Me comentó que iba a estar sola hasta el día siguiente que llegaban unos muchachos de Madrid y me habló de las rutas a pie que se pueden hacer desde el refugio. Al llegar me presentó a Noe, me registré y los dos me acompañaron a la que sería mi habitación.

Cal Companyó es parte hotel, parte refugio, más el área de registro, restaurante y sala de estar. La zona de hotel tiene 5 ó 6 habitaciones que pueden adaptarse colocando más o menos camas y/o cunas a las necesidades de l@s viajer@s, la mayoría abuhardilladas. La zona del refugio consta de una gran sala de estar y 6 habitaciones para 6 u 8 personas. Cada habitación tenía el nombre de uno de los picos de la zona: Pedraforca, Moixeró, Cadí... Martín me ofreció la nº 5: Cadí, era la más alejada de la entrada, pero la que mejor cobertura wifi tenía y la más cercana al baño; además me dijeron que lo más seguro es que no iba a compartir habitación con nadie durante mi estancia. Así que tome posesión del Cadí y ya que disponía de todo el espacio para mi solita deshice la mochila; me di una ducha y bajé a comer.

Mi primer ágape fue una ensalada con queso de cabra y un pastel de atún que estaban deliciosos, sobretodo la ensalada, que con la combinación del verde, los frutos secos y el aroma del queso pasado por la brasa, que lo impregnaba todo, me quedé más que encantada y lo anoté como plato a degustar de nuevo.


Por la tarde di un mini paseo, hice algunas fotos, leí y escuché. La brisa atravesando las ramas de los árboles, los pájaros alimentando a sus crías, y los grillos y otros bichejos que no sé reconocer sonando como ellos tienen a bien sonar componían el silencio más estruendoso que había escuchado en toda mi vida. Todavía tenía mariposas en el estómago y no pude evitar preguntarme qué narices iba a hacer yo 11 días en un lugar donde, sin coche, lo que principalmente se podía hacer era caminar montaña arriba, montaña abajo conmigo misma. Pero decidí no preocuparme por eso. Llevaba puesto el forro polar; el gato Ungles, un total y absoluto sinvergüenza, se había plantado sobre mis piernas quedándose dormido al momento; los aviones roqueros (gracias JC por chivarme el nombre de la especie), que tenían el nido en la viga sobre la puerta de entrada, iban y venían incesantes, ahora la hembra ahora el macho; y yo necesitaba eso, paz, aire limpio y un espacio así de remoto donde intentar re-encontrarme para empezar de nuevo.







martes, 2 de septiembre de 2014

Crónicas de viaje I: Verdú-Urdeix

Aquí me tienen de nuevo, empezando un curso/año nuevo y tras unas más que merecidas e imprescindibles (este año sí) vacaciones. Mis primeras vacaciones sola ever, en un entorno absolutamente alejado de mis apetencias urbanitas.

Y es que, tras meditarlo no demasiado, porque no había mucho tiempo, y tener que descartar Londres, Dublín o París, porque no había demasiado dinero, se me ocurrió que dado que lo que necesitaba, de verdad, era una desconexión total y absoluta, lo suyo era irse a un lugar donde pudieran estar juntas y tranquilas Gemma y su maltrecha pelota. Así que pensé en verde y el 17 de agosto cargué la mochila caminó a la Cerdanya.
Primera parada Barcelona: Casa de los Verdú-Urdeix
Por cuestiones de incompatibilidad de horarios con el transporte público, necesitaba hacer noche en Barna y, en busca de ayuda, contacté con Rubén Verdú para ver si me prestaba un trozo de sofá o me asesoraba sobre algún hostal súper barato donde dormir. Con Rubén hacía 3 años que no nos veíamos y la última vez que nos habíamos visto fue prácticamente un suspiro; a Esperança la conocía sólo por sus geniales Segundos de esperanza y Facebook; pero pocos instantes después de mandarle el mensaje Rubén contestó: “Tú te quedas con nos. Et muntem el xiringuitu”. Reconozco que casi lloro de alegría.

Cuando llegué al Barri de Gràcia me paré en una esquina a revisar el google maps, y como era una esquina y el punto, es decir yo, no se movía, poco me ayudó el maps de las narices; así que me giré en busca de una persona humana a quien preguntar y a la que me doy la vuelta me encuentro de morros con Esperança y Boris parados en el semáforo. “Mira! Si jo anava buscant casa teva!!” (risas). Y así nos presentamos formalmente, entre risas.

Desde el primer momento me hicieron sentir como en casa, comentando la actualidad política, lingüística o artístico-teatral con Rubén y Esperança; siendo interrogada por Jasper, Nanuk y Boris (a su manera, tras perder la timidez del primer momento) mientras revoloteaban a mi alrededor enseñándome sus libretas y juegos, como si me conocieran de toda la vida y sin quitarse la sonrisa de la cara. Comimos y fuimos a dar un paseo al Parc de Collserola, y allí ocurrieron dos cosas que me sorprendieron. La primera encontrarme con una jabalí y sus 4 jabatos paseando, tan panchos ellxs, a menos de dos metros de nosotros.


La segunda, ya de regreso, en el metro, cuando Nanuk nos confesó en secreto a Jasper y a mí sus próximos inventos (que no puedo revelar porque para eso son secretos) pero que me dejaron total y absolutamente patidifusa y feliz, y que Esperança documentó maravillosamente, as usual.


Ya de noche me invitaron a ver The Double en la habitación de lxs cinco, Nanuk se encargó de colocarme entre Jasper y él, Boris cayó frito en su cuna y Jasper, de repente, me cogió de la mano y allí nos quedamos un rato, viendo la peli, tapados con el edredoncito y agarrados de la mano. 

Azucena Losana, una mejicana muy, muy estupenda que conocí en Buenos Aires dice que Sandro, uno de sus gatos, es un terrorista del amor porque te mira con esos ojazos que tiene y automáticamente te tiene a su merced, secuestrada irremisiblemente. Yo le voy a robar la expresión y se la aplico a estos 5 seres humanos estupendos y maravillosos, muy especialmente a los tres garçons, que se han quedado para siempre con un trocito de mi corazón. MUCHAS, MUCHAS, MUCHAS GRACIAS GUAPOS Y GUAPA!!

Los tres garçons, terroristas del amor.