domingo, 14 de junio de 2009

El monstruo rojo de Barrio Sésamo

Entrada dedicada a R.C. con mucho cariño y deseando
que la reciba con el mejor humor del mundo.
No pude evitarlo, al descubrirlo,
automáticamente pensé en vos estimado amigo.

Soy una mujer desorganizada, he de reconocerlo. En cuanto se me acumula el trabajo, y/o el cansancio, empiezo a ser incapaz de concentrarme adecuadamente en aquello que, aunque me guste, me exige más trabajo y concentración de la que puedo dedicarle. La escritura es la víctima principal de mi agotamiento. Es la tarea en la que menos entrenada estoy, la que más me asusta, aunque cada vez me sea más necesaria, y a la que tengo más respeto. Siempre he sido una persona muy crítica y extremadamente autocrítica, nunca estoy definitivamente segura de publicar ninguno de los textos que escribo, pero precisamente mi pasión por la crítica y mi anhelo por ser criticada (para poder seguir aprendiendo) hacen que me obligue a publicar aunque no esté del todo convencida, aunque esté segura de que lo que voy a colgar pueda resultar insustancial, obvio o innecesario la mayoría de las veces. Da igual, he de colgarlo y meter la pata.

Pues bien, como habrán notado por mi ausencia, a partir del 7 de mayo me re-saturé, pagué la novatada de mi nueva experiencia como docente multidisciplinar: perdí el punto de equilibrio entre las obligaciones que tenía para con mis alumnos, el tiempo de que disponía, o mejor el tiempo que debía invertir para llevarlas a cabo, y el sueldo a percibir por todo ello. Al final, la concentración que me quedaba sólo me alcanzó para cumplir con uno de mis objetivos: comer; y la escritura quedó relegada a un segundo plano. Pero tenía que escribir, porque me conozco y si lo dejo pasar, y pasa demasiado tiempo, no vuelvo a publicar una sola letra, y esta opción no es aceptable de ninguna de las maneras.

Así que he estado dándole vueltas a las cosas que me he ido encontrando por la red durante esos ratos en que no buscaba nada en particular, sino que sencillamente buceaba para ver que se pesca, y de todo lo que se podía pescar me quedo con una entrevista que, si bien no es la entrevista del milenio, ni mucho menos, me ha proporcionado unas impagables carcajadas cuando necesitaba desaparecer momentáneamente de la cotidianeidad.

Si una cosa saben hacer bien los americanos (norte-americanos) es publicitar y promocionar sus productos. Esto no quiere decir que los productos que promocionen sean, muchas veces, los mejores productos, pero lo que es cierto es que esos productos, aún sin buscarlos, acaban encontrándote a ti. Reflexión a la que llegué tras descubrir, hace dos semanas, una entrevista que Rove McManus, presentador australiano del late night Rovedaily, le hizo a Elmo, the 3 and a half very cute red little monster del Barrio Sésamo neoyorquino.

Ahora mismo puedo imaginar la faz de cierto amigo mío, ceño fruncido, ojos como platos y mueca desaprobadora, convencido de que definitivamente he perdido la chaveta, tras años de intentar aleccionarme a base de curare. Ahora salgo con éstas. Pero que quieren que les diga, me gusta Elmo. No el Elmo de Sesame Street, sino el que se presenta lejos de su espacio habitual, en programas fuera del horario infantil.

De primeras eso de entrevistar a una marioneta puede resultar poco interesante para muchos y un horror para otros tantos, pero que se entreviste a una marioneta de Barrio Sésamo en un programa nocturno y en vivo, a mi me despertó curiosidad, entré para verlo, y me lo pasé en grande. Un monstruo rojo con la nariz naranja, que habla de él en tercera persona, que, como cualquier niño de esa edad, interrumpe continuamente, y que no para de reír, con una risa que inevitablemente se contagia.

Ante la sorpresa de descubrirme –tal vez exageradamente emocionada– buscando más vídeos relacionados, de repente caí en la cuenta de que ese títere estaba siendo manipulado por alguien fuera de plano, pero visible para el presentador y el público en el plató, durante más de 10 minutos; y todos ellos, como yo misma, estábamos centrados única y exclusivamente en ese muñeco de peluche, ojos saltones sin párpados, boca enorme y dos varillas de metal fino colgándole de las manos; metido en un traje sastre negro, con camisa blanca y cinturón de piel. Esta persona es Kevin Clash, titiritero y coproductor ejecutivo de Elmo’s World, entre otros programas. Busqué y descubrí más entrevistas, hechas para este mismo late night y, algo que me sorprendió aún más todavía: varias conexiones en directo vía satélite entre Elmo y el programa. Digamos que Elmo viene a ser una especie de corresponsal fijo de Barrio Sésamo para Rovedaily. Pero es que, además de toda la pasta invertida en la promoción de Sesame Street (y de Elmo), el trabajo creativo con el títere, la construcción física y vocal del personaje, es magnífica. Y pensé:

Si sólo el 25% de los espectadores de Rovedaily son padres, y se lo han pasado tan bien como yo viendo a Elmo en el programa, muy posiblemente harán que sus hijos/as vean a Elmo en Barrio Sésamo; comprarán los muñecos de Elmo a sus vástagos y hablarán de Elmo (por tanto de Sesame Street) a sus amigos y vecinos; y el boca a boca siempre funciona. El negocio, por tanto, está asegurado. Brillante.

Por eso, a pesar de todos mis temores tras semanas sin escribir, he decidido reaparecer con Elmo, el monstruo rojo de Barrio Sésamo.