sábado, 1 de diciembre de 2007

¡Papá, el cuento!

Hace unos días que escucho por la radio la última promoción lanzada por uno de los periódicos de mayor tirada de nuestro país. El anuncio se inicia con un señor que habla por teléfono con el que se supone es un/a compañero/a de trabajo. Tras un par de frases se oye a un niño increpar a su padre:

NIÑO: Papá, el cuento

El padre sigue su conversación sin hacerle el menor caso, y el niño insiste de nuevo:

NIÑO: ¡Papá, el cuento!

Llegados a este momento interpreté esta situación como un reclamo por parte de la criatura en cuestión hacia su padre, el subtexto en mi mente era algo así:

NIÑO: Papá, ven de una vez a contarme el cuento y deja ya de trabajar que no estás en la oficina sino en casa.

Hasta aquí me pareció fantástico. El niño que exige de su progenitor la atención que merece y no recibe. Sí señor, eso es lo que deberían hacer los hijos a sus padres, a las horas en que lo que toca es un vaso de leche y un cuento, pasar un rato con ellos/as, comentar como ha ido el día y ejercer en el cargo, que, a parte de querer expandir su ADN por el mundo y darle continuidad al apellido paterno tienen otras muchas obligaciones para con su prole y las practican poco, y si no querían que hubieran usado condón que van la mar de bien.

En estas andaban mis neuronas cuando el padre, que por supuesto no ha colgado el aparatito, vuelve a ser increpado por su vástago:

NIÑO: Papá, que hables más bajito que ha empezado el cuento!!

PADRE: Ah hijo, perdona.

Como acostumbran a mentar en La Mancha, "se me cayeron los palos del sombrajo". Entonces no se trataba de pasar más tiempo con la prole, aprovechando para ello la lectura de un clásico cuento infantil. No proponen que, a través de los dibujos en sus páginas de papel "cuché", padre e hijo dejen volar su imaginación con un clásico por ambos conocido. Ni siquiera rondan la tan "progre" idea de regalar un libro para que el padre pueda demostrar su faceta más intelectual y el niño pueda empezar a fardar en clase de su imponente biblioteca. No era una continuación del "Si tú lees, ellos leen". NO. El cuento en cuestión está en DVD, un DVD que el niño va a ver sólo, por que para eso está la caja tonta, para que los padres y madres puedan librarse de los niños tras una agotadora jornada de trabajo que proporciona el pan con el que alimentaran a la familia, y los hijos e hijas, gracias al mentado electrodoméstico, no tengan que inventar nuevas maneras de pasar el tiempo libre que les queda tras las clases del cole, la de inglés, teatro, natación y capoeira. Con esta brillante idea de cuentos en DVD, además, se logra crear un ambiente de hogar en el que no habrá conversación ni intercambio, pero todo pasará "en familia".

Y, yo me pregunto, ¿vale la pena enojarse por esto? Pues miren ustedes, no, no me enojo. Tal vez asome un somero apunte de indignación, la ceja se eleve por la frente para descender después hasta la nuca y deleitarse en la colleja necesaria para saber que aunque lo diga la radio y lo promocione un periódico yo seguiré prefiriendo pasar hojas, leer textos en voz alta e imaginar, con mi putativa, qué cara se le quedará a la liebre cuando ve que la tortuga le ha ganado la carrera. Pero bueno, que se le va a hacer, nunca fui una mujer moderna.

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