domingo, 19 de abril de 2009

10 minutos de una mañana de sábado

Un hombre duerme, recostada su cabeza sobre el brazo cuya mano descansa en la barra metálica, mientras la otra sujeta sin fuerza la mochila. (Tenemos los minutos de sueño programados, pero nunca dormimos, sólo se cierran los ojos y se intenta ir a algún otro sitio... O al vacío.)

Una niña juega con la consola. Su hermano pequeño cruza el pasillo y se sienta a su lado. Señala la consola.

Pausa breve.

Amenaza con el llanto. Arruga los ojos. Abre la boca.

Pausa brevísima.

Emite el primer gemido. El momento se acerca. En un solo movimiento la hermana cierra y esconde la consola en su bolso.

Pausa.

Ha llegado el momento. Quejidos. Llanto sin lágrimas. Sobreactuación cargada de dramatismo. Un profundo suspiro al techo del vagón y gesto de resignación.

Finalmente la niña le presta la consola.
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