domingo, 3 de mayo de 2009

Propuesta teatral: ¡matemos a la bicha!

El último artículo del Guillotinador de Pianos me ha llegado al centro neurálgico del dolor (o, si lo prefieren, al alma). Y es que ha tocado un tema que conscientemente he intentado evitar desde que cree este blog pero que en algún momento tenía que aparecer: la situación del teatro en la comunidad valenciana y su destrucción.

Uno de los problemas que plantea el artículo es el peligro que "la palabra" supone para el gobierno de mi comunidad:

"Tras años poniendo y quitando directores generales de teatro a medida que éstos caían en la cuenta, y decían, que a sus jefes el teatro les importaba una higa siempre y cuando no pusiera en cuestión su modelo político, social y cultural, en cuyo caso era sumamente importante cortar cabezas, por fin encontraron la solución: la danza. Es bonita, es minoritaria y, sobre todo, es muda, con lo cual puedes atribuirle cualquier significado."

Continúa con una cita de Sloterdijk donde expone la misión de un filósofo en la sociedad y que yo le impongo (y me impongo) a dramaturgos, actores y directores teatrales: la reflexión.

"... demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de transmisión que sirve de paso a las epidemias temáticas y oleadas de excitación."

Nosotros, los trabajadores del teatro debemos ser ese interruptor y no lo somos, y lo que es peor, no lo queremos ser. Con lo que llegamos al siguiente punto del artículo:

"... puede que sí lo haya, que exista reflexión, y que ésta sea que el teatro es un tostón insoportable que exige escuchar e interpretar lo escuchado, con lo cual me aprendo una fórmula que igual sirve para Shakespeare que para Muñoz Seca. O para el infausto Calderón que programó en febrero en el Teatro Principal de Valencia, indigno incluso de una gira pueblerina."

Y este es el panorama que tenemos y que la profesión actoral, no sólo los políticos teatrales, hemos ayudado a crear y fortalecer. Porque la práctica del deporte nacional –la queja– la sabemos ejercer a la perfección, utilizando palabras grandilocuentes en conversaciones de café, pero en cuanto logramos subirnos a un escenario se nos olvida toda esa palabrería y sólo pensamos en que hay que comer mucho y bien y el mundo tiene que envidiar nuestra glamorosa existencia. Más nos valdría cambiar de profesión o dedicarnos a hacer televisión pero no a hacer teatro. O, directamente y sin contemplaciones, darle a este teatro el tiro de gracia que necesita y liberarlo de su condena.

Para acabar su artículo, el Guillotinador nos propone el argumento para una obra. La pena es que no creo que en nuestra comunidad puedan encontrarse 6 actores y actrices dispuestos a embarcarse en un proyecto de estas características (donde tendrían que mojarse y mucho) y aún menos a un director que diera la cara para defenderlo. Ni qué decir tiene que no habría empresario teatral (que vive de las subvenciones, o que sueña con vivir de ellas) que abriera su sala para representar esta obra; y probablemente la excusa para no hacerlo sería: "Esto el público no lo entenderá".

Pero yo me apunto a producirla, ¿hay alguien más?

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