miércoles, 18 de agosto de 2010

Aprendiendo a viajar

He estado cuatro veces en Londres, la primera vez 1990, recién salida del instituto. Era una pelele en toda regla: a punto de cumplir los 18 y, por supuesto, más ambiciosa y más lista que nadie. Tras un periplo que tendría que haber durado dos horas y media, pero que en mi caso duró 48 + 2’30 —"Oficial de aduanas: Con el DNI caducado, señorita, usted no sale del país"—, aterricé en Heathrow dispuesta a comerme la ciudad. Mi primo vino a recogerme y nos dirigimos hacia el metro. Primera inmersión en el underground londinense: Picadilly Line hasta South Kensington, trasbordo con la District Line hasta East Ham, final de trayecto; tiempo del viaje 1 hora y 15 minutos plus minus. Tardando casi lo mismo en llegar del aeropuerto a "casa" que de Valencia a Londres, lo de comerse la ciudad iba a resultar un pelín más complicado de lo que había imaginado… pero daba igual, adaptación, pensé, “me mimetizo con el ambiente y en un par de días soy una inglesa más. Hablo inglés mejor que muchos, ¡soy Beatlemana!, pan comido.”

Mi nuevo hogar estaba ubicado en White Horse Road (sí, como el whisky); una casita inglesa de dos pisos, cuatro habitaciones, un jardín trasero, cocina, baño y 9 compañer@s de piso: Oscar, Helena y Sonia, de Bilbao; Rafa, de Pamplona; Carmen y Carolina, de Madrid; mi hermana, mi primo y yo, de Valencia; y Bronston, el rottweiler del casero (Luís, gallego) que, tras el primer vistazo, aterrorizada con sus ladridos, me quitó las ganas de salir al jardín durante los 4 meses de estancia. Saludé, se hicieron las presentaciones y me notificaron las normas de convivencia. Entonces Roberto propuso ir al Pub, "Si, si, a tope, vamos al paf" —No se en otros sitios, pero en España al pub (pronunciado pab, de public meeting) lo llamábamos paf, con la "f" bien marcadita. Los ingleses, si te entendían se partían de risa, y si no te miraban con cara de What are you talking about, woman??.

El Denmark Arms era (y sigue siendo) un pub enorme, con las paredes empapeladas en un tono oscuro (oscuro original más oscuro paso del tiempo), moqueta granate, olor a cerveza y tabaco entre otros efluvios, grandes ventanas que daban a la calle, zonas de reservado, un jukebox, y una enorme barra ovalada, que formaba, en el mismo centro del local, una isla de botellas, vasos y copas; los baños, donde siempre, al fondo a la derecha. Entramos, tomamos asiento cerca de una de las ventanas que daban al Town Hall y llegó la segunda hostia en los morros:

...…....Yo: ¿Qué queréis tomar?
...…....Roser: Zumo de naranja.
...…....Carles: Yo también.
...…....Roberto: Cerveza.
...…....Yo: Okey, voy.
...…....Roberto: ¿Quieres que pida yo?
...…....Yo: ¡No, para nada! Sé inglés.

...…....(Me acerqué pletórica a la barra y pedí más o menos pronunciando así:)

...…....Yo: Gud áfternun. Tu oranch chuses and tu bías plis.
...…....Barman: Uókainobbía?
...…....Yo: Eskius mi?
...…....Barman: (medio despacio) Uó kain ob bia?
...…....Yo: Eeemm, a nórmol bia? …Eskol (Scholl, la única que reconocía)
...…....Barman: Javalaga o panalaga?
...…....Yo: Eeeem… Sorri, can yu espik a litel bit eslouli, plis? Ai am
...…..........espanish (leve sonrisa tipo "va tío enróllate, por favor")
...…....Barman: (remarcando cada sílaba) Jaf a laga o pan a laga?
...…....Yo: (roja como un tomate, más por vergüenza que por enojo) Tu oranch chuses, plis.

Ahí me di cuenta de que definitivamente no me iba a comer la ciudad, ni siquiera me comería un trozo de calle y, consciente o inconscientemente, decidí que mi objetivo principal iba a ser aprender a hablar inglés a la manera inglesa (la manera española, como había quedado patente, era una porquería).

Fui a todas las clases de speaking que teníamos contratadas, trabajé en el McDonald's de East Ham (en todas las “áreas”). Y aprendí, BBC English y cockney (todo un éxito, aunque lo haya olvidado por falta de práctica). Hice buenos amigos, o mejor, compañeros; ligué todo lo que pude; comí hamburguesas, gelatina y fish & chips; engordé 16 kilos; sufrí en primera persona el racismo de nuestro casero que no permitió la entrada de negros en su casa —viviendo allí, en pleno barrio pakistaní, donde se atisba un caucásico por cada 50 que no lo son—; la ignorancia de mi vecina, también espeniola, que no tenía intención de aprender inglés —"¡Joder con los ingleses! ¡Si quieren entenderme que aprendan español!"—; y no salí de East Ham salvo para acudir a mis clases en Oxford St. y la obligada visita a Camden Town para practicar shopping (por que el canal, ni enterarme que había un canal... Jesus Christ!).

Releyendo mi diario de aquellos meses he visto anotado cuánto llegué a añorar Valencia durante las primeras semanas, y lo muchísimo que eché de menos Londres al regresar de nuevo a España. Durante años creí que ésta era una de mis incongruencias, ese maldito no terminar de definirme nunca; pero conforme han ido pasando los años y tras esta última visita, todo empieza a tener cierta lógica, la lógica del tiempo tal vez.

Esta vez nos hemos regalado la ciudad, para verla y mirarla, andarla, descubrir zonas que aún no conocíamos y re-visitar las que sí, recordarla desde otra perspectiva... y también imaginarla.

Ahora se que voy a volver, por deseo y por necesidad, a las ciudades que he catado pero aún no me he comido, para agenciarme otro pequeño bocado de ellas, disfrutar de sus ritmos y noises, buscar los pequeños detalles con los que aún no me he tropezado. Volveré, a estas ciudades y otras nuevas para aprender a viajar. Aunque después, como siempre, tenga que volver a casa a conseguir más dinero, para seguir viajando.

2 comentarios:

Mireya Vargas- dijo...

Yo no viajo mucho,pero em encantaria es un sueño de mi vida , me gusto tu blog,ojala pudieras pasarte por el mio suerte...

gemma peris dijo...

Hola Anónima:

Antes que nada gracias por la visita, estás invitada siempre que quieras.
Me he pasado por tu blog, cómo no hacerlo ;), y veo que acabas de empezar; enhorabuena y disfruta a tope de esta nueva aventura.

Saludos