domingo, 18 de enero de 2009

Reflexiones sobre nada y Fernando Pessoa

¿Por qué no escribir sobre nada en particular? ¿Por qué no, simplemente, escribir sobre un golpe de aire en la mirada dormida de un lunes por la mañana; o en los zapatos de los viajeros de metro?

¡Qué cosa triste lanzar la mirada al suelo!, pienso. Y enlazo este pensamiento con el imaginar quienes de ellos pasean. Quién andará sobre sus pies para sentir el suelo y trasladarse, por placer, a pie, calle tras calle. Después, siguiendo el hilo de mis adivinaciones, levanto la vista para observar la indumentaria de la mujer que viaja frente a mi. Seguramente trabajará ocho horas en un espacio cerrado, tal vez de oficinas; sentada, durante ocho horas, viendo sin ver las mismas caras cada día y rellenando los mismos y exactos formularios. Vistiendo todo el año la misma ropa de entre tiempo, chaqueta y bufanda para cuando el frío arrecia en la calle y sólo para subir de nuevo al tren, de vuelta a casa, a empezar de nuevo. Al llegar a la línea del cuello bajo de nuevo la mirada. No quiero ver rostros. Me perturban, me angustian ciertas miradas. Puede que porque reflejen la mía propia. O porque hace mucho que una sonrisa no ilumina un minuto de tiempo. Y, aún así, me consuelo (parco consuelo el mío) al intuir, de refilón, que mis compañeros de viaje ven aún menos que yo, y observan menos.

¿Por qué no...?, me preguntaba. Tal vez me parezca una osadía pretender iniciar en público este juego de nadas; puede que porque desnude demasiadas sensaciones vastas, nada meditadas. O puede que porque una tempestad de ideas, de siempre, se hace en compañía, a la espera de una réplica instantánea, y aunque público, el blog es solitario, no garantiza la interacción. Y entrenada en la disciplina teatral, donde lo importante nunca es lo que ocurre en escena ni lo que provoca en la platea, sino la reacción en ese espacio intermedio entre lo que se lanza y lo que se devuelve, haga que anotar sin esperar reacción dé mucho miedo.

Pero, también, por otro lado, Pessoa escribió en su Libro del desasosiego: "Saber que será mala la obra que no se ha de hacer nunca. Peor, no obstante, siempre será la que nunca se haga. La que se haga, al menos, queda hecha. Será pobre, pero existe, como la planta raquítica en el único jarrón de mi vecina tullida. Esa planta es su alegría, y a veces también la mía. Lo que escribo y reconozco que es malo, puede también ofrecer unos momentos de distracción peor a algún que otro espíritu afligido o triste. Eso me basta, o no me basta, pero de algún modo es útil, y así es toda la vida."

Salvando la muchísima distancia entre mi profunda ignorancia y el saber del señor Pessoa, lo que dejó escrito me anima, y me sirve, y por tanto lo hago también mío, aunque sea para acabar sintiéndome, como él, "feliz por la derrota absoluta". Al final quedará hecho, pese a todo, consciente de mi fracaso, pero al fin y al cabo, quedará.

3 comentarios:

Roger Colom dijo...

Una vez oí a Helder Costa, de A Barrca, Lisboa, decir que no se trata de hacer las cosas bien o mal, sino de hacerlas.
Estoy de acuerdo con él, con Pessoa y contigo.

Salú

Jorge Naranjo Quezada dijo...

Un tema muy interesante mis estimados amigos en la cual discrepo con el criterio de vuestras magnificencias pues, considero que se debería a toda costa evitar escribir por escribir, no se trata de eso de lo contrario todos los habitantes del planeta fuéramos escritores. Existe una diferencia muy grande entre lo que es la trivialidad y lo extraordinario, creo que se debe apuntar a lo segundo y si se escribe se ha de hacerlo de tal forma que las palabras sean más importantes que el silencio, eso implica la responsabilidad, criterio, juicio y lo que se escriba proyecte, eduque y sobreviva en el tiempo.

Un abrazo,
J.N.Q.

gemma peris dijo...

Jorge: No hablaba aquí de escribir o no, ni de que el universo mundo tenga que dedicarse a la escritura, sino de --una vez decidido que (en este caso) vas a escribir-- hacerlo. Lo demás ya se verá.

Saludos