Nunca me gustaron especialmente las descripciones hasta que empecé a escribir y, de repente, me di cuenta de que lo que más hacía era describir. Así que comencé a tenerlo mucho más presente, como instrumento y como ejercicio.
El martes pasado, en BAI, leí la descripción de una mañana de trabajo que me atrapó desde el primer momento casi sin darme cuenta. Una de esas descripciones que te sumergen en una situación clarísima sin que, en ningún momento, dejes de saber donde te encuentras —que era delante del ordenador leyendo esa anécdota.
Y lo mejor de aquella lectura fue reconocer, con una sonrisa emocionada y orgullosa ante el descubrimiento, que aunque en un principio me entusiasme su falsa cercanía jamás viviré esa situación en persona; que, aunque acuda a ese lugar y me siente en la misma silla, el mismo día de la semana y del mes, con la casualidad de sentir la misma lluvia y a la misma hora exacta del día, jamás formará parte de mi experiencia salvo, eso sí, que vuelva a leerla. Y en el hecho de su relectura, esa experiencia ajena forma ahora parte indiscutible de mi propia experiencia y es un elemento más, impagable, para mi eterno aprendizaje.
2 comentarios:
Cuando vengas a BsAs, espero que llueva el día que vayas al distrito financiero. Verás como mi descripción se queda super corta.
Por cierto, por si te va el fetichismo literario, Perramus es la marca de gabardina que usaba Arlt. Aquí esa marca era tan conocida que se dejó de decir gabardina y se decía perramus. Lo verás en un aguafuerte acerca del amor en el parque Rivadavia.
salú
rc
Genial el aguafuerte, divertidísimo. Definitivamente me va el fetichismo, no se si literario o directamente "Arlt-tístico" pero ¡yo también quiero un Perramus!
Zenquiu.
gp
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